jueves, 26 de mayo de 2011

El Cordobazo según Agustin Tosco


                                
   
Escrito desde la carcel de Rawson
4 de Junio de 1970
ENFOQUE
REVISTA MENSUAL DE NOTICIAS
Se me ha pedido que escriba un artículo sobre el Cordobazo. Creo que lo que hay que escribir sobre este hecho de real trascendencia histórica, especialmente para Argentina y América Latina, es un libro. Porque son muchas, variadas y complejas, distantes e inmediatas, las causas que produjeron la circunstancia sociológico-política del Cordobazo.
Durante los meses de prisión en Rawson llené cinco cuadernos sobre el particular. La transcripción de cuatro hojas en un reportaje de la revista “Inédito”, motivó, según difusión pública, que la misma fuera clausurada. Aún así, con el tiempo, ese trabajo ha de aparecer, sin la pretensión de ser una visión totalmente objetiva, pero si al menos una interpretación personal sobre la base de la militancia sindical y de las propias posiciones adoptadas por nuestro gremio, el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, la Regional Córdoba de la CGT, el conjunto de gremios encabezados por SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines de la Industria Automotriz) y el permanente contacto con las agrupaciones estudiantiles, tanto de la Universidad Nacional como de la Universidad Católica. Asimismo con los Sacerdotes del Tercer Mundo y distintas personas de los grupos profesionales y políticos.
Con esta previa aclaración y en el entendimiento de contribuir en modesto alcance a la reafirmación de las reivindicaciones populares, redacto estas líneas ligadas a este acontecimiento fundamental de las clases populares sucedido el 29 y 30 de Mayo de 1969.
 
 
¿POR QUE SE HA PRODUCIDO EL CORDOBAZO?
 
Esta es una pregunta que no por repetida, deja de plantearse y de promover la investigación, la imaginación y particularmente el interés de todos los argentinos, desde el más humilde trabajador, hasta el sociólogo desentrañador de los fenómenos sociales, o de los políticos desde conservadores hasta revolucionarios.
En el penal de Rawson nos visitaron a los trece condenados que procedíamos de Córdoba, una Comisión de Solidaridad, compuesta por Compañeros de distintos gremios de esa ciudad, de Trelew y de otras localidades de la Provincia de Chubut. Nos preguntaron qué necesitábamos para nuestra salud, desde alimentos hasta indumentaria. Respondimos que necesitábamos solidaridad militante. Pronunciamientos. Lucha contra la Dictadura. Les hablamos de nuestros trabajadores, de sus aspiraciones, de sus desvelos, de sus sacrificios. Les dijimos que las fogatas que alumbraban las calles de Córdoba surgían desde el centro de la tierra impulsadas y encendidas por nuestra juventud estudiosa y trabajadora y que jamás se apagarían porque se nutren de la vida y de los ideales de un pueblo rebelado contra la opresión que se ejercía sobre él y estaba dispuesto a romperla, pasara el tiempo que pasara. Dijimos la verdad, la verdad de todo lo que queríamos. Los trece condenados de Rawson éramos de extracción, situación y condición heterogénea. Pero todos coincidíamos. No exagero al manifestar que varios de los miembros de la Comisión de Solidaridad y ellos están para testimoniarlo, sintieron correr lágrimas sobre sus mejillas. Al fin y en esta tensa conversación, plantearon la pregunta: ¿Por qué se ha producido el Cordobazo?
Respondimos, con lo que creo es la esencia de la respuesta a tanto interrogante y a tantas elucubraciones que andan dando vuelta como conclusiones: el Cordobazo es la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días.

¿Y por qué Córdoba precisamente?
Porque Córdoba no fue engañada por la denominada Revolución Argentina. Córdoba no vivió la “expectativa esperanzada” de otras ciudades. Córdoba jamás creyó en los planes de modernización y de transformación que prometió Onganía, Martínez Paz, Salimei y Ferrer Deheza y luego Borda, Krieger Vasena y Caballero. La toma de conciencia de Córdoba, de carácter progresivo pero elocuente, es bastante anterior al régimen de Onganía. Pero se expresa con mayor fuerza a partir de julio de 1966.
La reivindicación de los derechos humanos, proceda de donde proceda, en particular de las Encíclicas Papales desde Juan XXIII, encuentran en nosotros una extraordinaria receptividad y así se divulgan especialmente en la juventud y en los Sindicatos. Si hay receptividad es que hay comprensión, y la comprensión deriva en entusiasmo, en fe y en disposición al trabajo, al esfuerzo e incluso al sacrificio para consumar los ideales que ya tienen vigencia en el ámbito universal.
Para reducir la cuestión a sus aspectos más cercanos, las grandes luchas previas al Cordobazo amanecen antes de los dos meses de la usurpación del poder por parte de Onganía. Y estas, tanto como las que posteriormente se plantearon ya que siguen en vigencia, bajo distintas características, obedecen a la toma de conciencia de la necesidad de liberación que es el patrimonio principal de Córdoba dentro del panorama nacional.
 
 

LOS PRINCIPALES E INMEDIATOS ANTECEDENTES

 
A mediados del mes de Agosto de 1966 nuestra Organización Sindical emitió una Declaración en carácter de “Solicitada” cuyo título fue: “Signos negativos”. Fue la primera posición sindical en Córdoba contra la serie de medidas de neto corte represivo que implantaba la Dictadura. Esa declaración tuvo amplia repercusión, no sólo local sino nacional y podríamos decir que prácticamente inauguró la posición rebelde contra la política de Onganía y su equipo.
La muerte de Santiago Pampillón a manos del aparato represivo, puso en evidencia la histórica resistencia estudiantil. Nadie podrá olvidar las luchas y manifestaciones de protesta de todas las agrupaciones, las huelgas de hambre y el propio paro de una hora del movimiento obrero cordobés en solidaridad con los compañeros universitarios. Tuve el honor de integrar una Delegación Sindical de la CGT de Córdoba que acudió a Mendoza al sepelio de Santiago Pampillón. Allí discutimos los cordobeses con Gerónimo Izzeta - que se encontraba casualmente y le increpamos la pasividad de la CGT Nacional. Al mismo tiempo que se manifestaba el ascenso del espíritu de lucha de las bases sindicales y estudiantiles contra el régimen, los jerarcas del sindicalismo nacional iban justificando —en actitudes— su posterior proclamación a todos los vientos de la “filosofía participacionista”.
Tanto como la represión crecía, también la resistencia aumentaba. Una manifestación incidental revelaba las distintas formas del repudio al régimen y a sus cómplices. En Córdoba circuló profusamente una hoja impresa que reproducía a Francisco Prado, participando del Festival del Folklore en Cosquín —Enero de 1967— mientras era avasallado el Sindicato de Portuarios, despedazado su convenio colectivo de trabajo y despedidos sus dirigentes y militantes más esforzados. Prado era Secretario General de la CGT Nacional. Esas hojas circularon por todo Córdoba y la gente evidenciaba su condena ante la claudicante actitud.
En el mismo mes de febrero de 1967 y en función del Paro Nacional resuelto para el primero de Marzo de dicho año, en esta ciudad se realizaron grandes manifestaciones obreras.
El diario “Córdoba” reprodujo varias fotografías de los actos y una en particular de la represión, donde constó mi detención junto con varios compañeros de la columna de Luz y Fuerza. Fue un plan de lucha de alcance nacional, frustrado por el incipiente participacionismo y dialoguismo que terminó una vez más confiando, según expresiones del propio Francisco Prado, en el nuevo ministro Krieger Vasena, porque según él: “Habría cambiado y su gestión podría ser útil a los trabajadores”. Pese a esto, la posición de casi todos los sectores populares, especialmente de Córdoba, conminaba a continuar la lucha.
Quiero transcribir una frase de un documento sindical del 23 de Febrero de 1967, por su carácter premonitorio del “Cordobazo”. Decía así: “La historia grande está jalonada de hitos como el que ayer fuera protagonizado por el movimiento obrero de Córdoba, en los talleres y fábricas, en las calles de nuestra ciudad. Porque fue la de ayer una jornada escrita con rasgos vigorosos y expresiones estentóreas que desbordaron los lindes habituales y se prolongaron luego en los grafismos de la prensa y de la televisión, en la retina y en el ánimo de los millares de protagonistas y espectadores que vivieron las secuencias del plan de acción desplegado por la CGT y gremios confederados de Córdoba. Fue una jornada lúcida y comprometida que nos acerca un poco más a la definición crucial que forzosamente tiene que producirse por imperio de la situación a que ha sido arrastrado el pueblo argentino, y sobre la que los trabajadores tenemos adoptada una posición clara, concreta e irreductible”.
La represión que siguió al paro del primero de marzo de 1967 y la desastrosa conducción de la CGT Nacional produjo un notorio vacío que estuvo signado fundamentalmente por la oposición cada vez más abierta entre las bases sindicales y dirigentes vinculados a ellas y el participacionismo entreguista anidado en la sede de Azopardo en la Capital Federal.
Las bases demandaban un nuevo Plan de Acción. En Tucumán el ataque a los derechos de los trabajadores iba en aumento. En octubre de 1967 la Delegación de Córdoba en el Congreso de la Federación de Luz y Fuerza reclamaba ese Plan de Acción, inspirada en las propias demandas vigentes en nuestra ciudad y denunciaba los hechos más alarmantes que estaban sucediendo.
La preocupación de los dirigentes nacionales se centraba exclusivamente en normalizar la CGT en ese entonces en manos de la Comisión Delegada.
¿De qué teníamos los cordobeses clara conciencia a fines de 1967? ¿Cuál era nuestra denuncia? ¿Cuál era nuestra posición?
En apretada síntesis expresábamos: Bajo el lema de modernización y transformación el gobierno planteó un plan económico, cuya base filosófico-política se asentó aparentemente en el más ortodoxo y crudo liberalismo, en la resurrección del “dejar hacer, dejar pasar”, en la vigencia de un libre empresismo a ultranza, que provocaría la estabilidad y la multiplicación de los bienes económicos del país. Sin embargo esta declamada libertad económica no es sino un esquema destinado sustancialmente a someter al país integrándolo a la crisis del sistema capitalista mono- polista como elemento compensador del deterioro cada vez más pronunciado del mismo.
Más adelante señalábamos: “Ya desde hace tiempo en todas las naciones del mundo ha concluido la etapa del liberalismo que aquí se pregona. Las potencias industriales practican un crudo dirigismo económico; en el sistema interno protegiendo su mercado productor e incluso consumidor por vía de las barreras aduaneras y otros dispositivos complementarios; en el aspecto externo creando organismos internacionales supeditados a ellas que imponen la política de la libre penetración y de la libre explotación de los pueblos subdesarrollados por los monopolios que actúan desde las grandes metrópolis. Esta libertad económica impuesta y dirigida desde afuera, especialmente desde las concentraciones monopolistas norteamericanas a la par de favorecer desmesuradamente a las mismas y a su país de origen, provocan en Argentina la agudización de la crisis y la profundización de los efectos recesivos”.
En los pronunciamientos sobre los aspectos económicos se concluía:
“Lo que se pretende realmente es quebrar a la industria nacional y dejar el mercado de consumo a merced de los monopolios. Así lo ha expresado genéricamente la Confederación de la Industria al referirse que esta política de transferencia formales y reales es en el más benigno de los juicios, un mal signo. En lo que hace a las empresas del Estado la aprobación de la Ley de Hidrocarburos y la Ley de Sociedades Anónimas, confirma crudamente la programática oficial de entrega del patrimonio estatal y de la conducción básica y fundamental de la economía a los intereses extranjeros. Nadie duda ya que el plan trazado es contrario a un auténtico desarrollo, atenta contra el nivel de vida de la población, sirve a los grupos de la reacción y del privilegio, compromete el porvenir del país y lesiona la soberanía nacional”.
En las cuestiones sociales se denunciaba “el aumento de todos los precios de los artículos de uso y de consumo, agotando la capacidad adquisitiva de las remuneraciones. El incremento de la desocupación. La paralización de la Comisión del Salario Vital, Mínimo y Móvil. La imposición del arbitraje obligatorio para los diferendos laborales. La ley de represión de los conflictos sindicales. La intervención a Sindicatos, el retiro o suspensión de personerías gremiales. La eliminación o restricción de las representaciones sindicales en la Empresa del Estado, incluidos los organismos de previsión social. La violación de los contratos colectivos de trabajo. La ley de congelación de salarios. La modificación de la ley de indemnizaciones por despido. El aumento de la edad para acogerse a la jubilación y la eliminación de las compensaciones por años de servicio”.
Como últimos detalles de las denuncias contra la reaccionaria política que se llevaba adelante se señalaba: “Simultáneamente el Gobierno pretende tener un consenso tácito de la opinión pública, pero no abre vías de ninguna naturaleza para probar con la expresión del pueblo si ello es cierto o no, mientras justifica tamaño despropósito con la supuestamente perjudicial de enfrentar a un debate político al país. Con la lógica perseverancia de sus propósitos retrógrados el Gobierno aprueba la Ley de Defensa Civil que militariza a toda la población a partir de los 14 años de edad, bajo el pretexto de asegurar el frente interno, pero con la finalidad de reprimir toda legítima defensa de los intereses económicos, sociales y políticos de los trabajadores. Más adelante dicta la denominada ley de represión al comunismo, que engloba a todas las personas o instituciones que protesten o lleven adelante una acción para proteger sus derechos. Supera el cuadro represivo macartista dejando al Servicio de Informaciones del Estado la calificación de toda persona que tenga “motivaciones ideológicas comunistas”, añadiendo un régimen punitivo que llega hasta los nueve años de prisión. Intervienen las Universidades Nacionales, anula la participación de la juventud estudiosa argentina en la vida de las mismas, proyecta una reglamentación limitacionista y disuelve los Centros de Organización Estudiantiles. Viola el secreto de la correspondencia cual modernos inquisidores celosos de toda opinión adversa a la dogmática oficial. En el ámbito internacional propuso, felizmente rechazada, la institucionalización de la Junta Interamericana de Defensa, cual moderno gendarme de los Pueblos de América Latina que bregan por su emancipación integral, a fin de mantenerlos en el subdesarrollo, en el estancamiento y en la dependencia neocolonial”.
Allí se realizaron denuncias que si bien eran conocidas por todos, no todos la realizaban. Eran las delegaciones cordobesas por lo general las que sustentaban estos planteamientos en todos los ámbitos.
En Córdoba se expresó poco tiempo después una resolución de la CGT local que declaró persona no grata al Presidente Onganía, y eso trasuntaba el creciente desafío al régimen autocrático, no cuestionado a nivel masivo con tanto vigor como se daba en Córdoba.
 

LA REBELION DE LAS BASES SINDICALES

 
La Comisión Delegada de la CGT Nacional, intentó por todos los medios la construcción de un Congreso adicto a las teorías del participacionismo. Que era hacerse eco de toda la política del Gobierno y lograr la participación en el proceso. Una renuncia clara a las reivindicaciones obreras y populares que merecía una repulsa general.
El “dirigentismo” de los jerarcas de las organizaciones nacionales, luego de prolijos cortejos de delegados, al estilo de los viejos comités de la política criolla de la Década Infame, resolvió la convocatoria a un Congreso Nacional para la normalización de la Confederación General del Trabajo.
Llegó a tanto la podredumbre de los dirigentes participacionistas, que sostenían que en ese Congreso no podían participar las Organizaciones que estaban intervenidas, entre ellas la de más caudal de afiliados o sea la Unión Ferroviaria, además de los trabajadores portuarios, de prensa, químicos, del azúcar, etc... Querían hacer un Congreso con los que habían tolerado la Dictadura y sancionar a su vez con tal exclusión a los que habían luchado, habían sido intervenidos y eran perseguidos por los violadores de todos los derechos sindicales.
Todos quienes continuaban fieles a los principios sindicales, incluso los sindicatos intervenidos designaron delegados a tal Congreso, comprometiendo a quienes estaban con la Dictadura a que en el propio Congreso los inhibieran de actuar. El 28; 29 y 30 de Marzo comenzó el Congreso. Los dirigentes que coincidían con Onganía, no tuvieron el valor de acudir a impugnar a quienes querían excluir desde las bambalinas. El Congreso se realizó con todas las organizaciones combativas, incluidas las intervenidas, y con poco más de la mitad de los delegados suficientes para el quórum se proclamó la lucha contra la Dictadura y el desconocimiento a todos lo jerarcas del participacionismo. De allí nació lo que fue denominado CGT de los Argentinos, encabezada por Raimundo Ongaro. Las bases sindicales repudiaban toda la política de conciliación vergonzosa y una ola de manifestaciones, de actos, todos organizados por los sindicatos de la CGT de los Argentinos, cubrió una verdadera celebración del 1° de Mayo de 1968.
En Córdoba más de cinco mil personas concurrieron al local del Córdoba Sport Club, en el que juntamente con Ongaro hice uso de la palabra denunciando una vez más, ratificando lo que veníamos señalando desde 1966, que la Dictadura hundía al país.
El 28 de Junio de ese mismo año la CGT de Córdoba programó un acto frente al local de la misma, en repudio al Segundo Aniversario de la Dictadura. La represión, como lo hacía repetidas veces descargó todo su aparato y se contabilizaron trescientos veintidós presos entre los manifestantes. El movimiento obrero, el estudiantado, los sectores populares pugnaban por expresar su protesta en la calle y sucesivamente eran reprimidos. Pero no descansábamos. Algunos ya sostenían que no era posible programar actos, ya que la Policía no los permitía y que la gente se cansaba. La mayoría sostuvo que no. No queríamos dejar de lado nuestro derecho a expresarnos, a protestar, a exigir soluciones. Una y otra vez nos disolvían encarcelando a trabaja dores y estudiantes.
En Septiembre de 1968, la CGT y el Frente Estudiantil en Lucha programó una semana de Protesta en recordación de los Mártires Populares, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Santiago Pampillón.
Ya el Gobernador Caballero, que había suplantado a Ferrer Deheza, lanzaba la constitución de un Consejo Ase sor, como forma perfeccionada del participacionismo como experiencia piloto para todo el país.
La Semana de los Mártires Populares fue violentamente reprimida. Cayó baleado el joven estudiante Aravena, que hoy aún se encuentra impedido físicamente en forma total, como producto de aquel alevoso ataque.
Los actos fueron disueltos. Se atacó a una manifestación encabezada por dirigentes sindicales, estudiantiles y Sacerdotes del Tercer Mundo, que provenían de una Misa por Santiago Pampillón. Se disolvieron los actos frente a la CGT. Se encarcelaron a varios militantes y representantes sindicales y estudiantiles que estuvieron casi un mes en Encausados.
A fines del mismo 1968, la CGT organizó otro acto que fue igualmente reprimido. Todos sentíamos una real indignación y la condena al régimen tomaba ribetes de furia. Nada era posible hacer. La represión se manifestaba en todo momento. El gobierno seguía su propaganda para el Consejo Asesor. La Federación de Luz y Fuerza suspendía a nuestro sindicato por estar adherido a la CGT de los Argentinos.
Los jerarcas sindicales habían realizado su propio Congreso, pero no tenían ninguna vigencia en las bases. En Córdoba eran abiertamente repudiados por la Clase Trabajadora.
Mientras en todos los órdenes la política de Onganía seguía consolidándose en el sentido de la fuerza y la opresión.
Mientras por otra parte, en el Pueblo crecía la rebelión contra tanto estado de injusticia, de desconocimiento de los Derechos Humanos. A fines de 1968, se cumplió el 200 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Luz y Fuerza realizaron algunas conferencias sobre el particular. Qué cotejo más dramático se realizaba entre el contenido de esta declaración que coronó el final de la segunda guerra mundial y el régimen que imperaba en Argentina. Parecía que tantos sacrificios, tantas vidas, por el respeto a los derechos del hombre, hubieran sido inútiles.
 
                                    
1969: EL AÑO DEL CORDOBAZO
 
Hemos reseñado los males del régimen a escala nacional y hemos particularizado las posiciones de Córdoba por ser las más relevantes contra la Dictadura en el orden nacional.
Ya también Hilda Guerrero de Molina, mártir obrera de Tucumán engrosaba las filas de quienes habían caído defendiendo sus ideales, enfrentando al régimen de Onganía.
El régimen comunitario era publicitado desde todos los ángulos del equipo gobernante. Córdoba se había con vertido en la experiencia piloto y el Dr. Caballero había constituido su Consejo Asesor que sería convalidado con bombos y platillos en la Reunión de Gobernadores de Alta Gracia. Allí llegó Onganía en el mismo automóvil y en la misma posición ideológica y con los mismos propósitos de Caballero.
Antes habíamos redactado un importante documento. Un documento que se denominaba DECLARACION DE CORDOBA y que se dio a publicidad el 21 de Marzo de 1969. Dos meses y días antes del Cordobazo.
En el reseñábamos lo problemas principales de orden local que sumados a los de orden nacional y en función a la toma de conciencia del pueblo de Córdoba sobre la validez de sus derechos, podríamos decir que encuadraron la heroica reacción popular del Cordobazo.
En la introducción se decía; “Nuestra Provincia soporta un descalabro gubernativo, una manifiesta inoperancia en los más altos niveles jerárquicos oficiales, una ineptitud generalizada en la conducción de la cosa pública. Paralelamente a esta ineficacia se destaca un oscuro y torpe manejo de los instrumentos del poder, para favorecer a los círculos del privilegio económico y financiero, para exaccionar los modestos recursos monetarios de la población, para burlar la auténtica representatividad popular mediante el fraude neocorporativista, para manipular desvergonzada mente a algunos miembros de la justicia, intentando abiertamente ponerlos al servicio de la tolerancia cómplice hacia el crimen de algún conspicuo allegado al régimen”.
No se recuerda que nuestra provincia haya soportado tamañas iniquidades públicas. Nunca el pueblo cordobés contempló un ejercicio sensual del poder usurpado con la impunidad que se manifiesta, y con el visto bueno de un Poder Central que en muchos casos lo pone como ejemplo de experiencia a proyectarse en toda la nación.
Esta situación insoportable en todos los órdenes, obliga a la clase trabajadora cordobesa a repudiar públicamente al gobierno local, a corresponsabilizar a la Dictadura de Onganía de todos sus actos y a actuar cada vez más unida y enérgicamente para lograr la instauración del ejercicio pleno de los derechos y garantías que pertenecen inalienablemente a los trabajadores y ciudadanos, y a la práctica de la función gubernativa en un plano de dignidad y de real interpretación de las aspiraciones del Pueblo”.
Señalábamos y no lo hacíamos nosotros por una elucubración al margen de las posiciones populares, sino como una expresión auténtica que palpitaba en toda la población que:
“Consejo Asesor: Durante bastante tiempo el Gobierno de Córdoba trabajó intensa y solapadamente, para implementar el denominado Consejo Asesor Económico Social. Sus fundamentos se basaron en el supuesto interés por consultar sectores representativos de la comunidad y darles participación en el análisis y programa de los actos gubernativos”.
Luego se indicaba: “Asimismo se pretende remedar el engendro del Consejo Asesor, con los Consejos Económico- Sociales de vigencia positiva en algunos países del mundo estructurados políticamente sobre la base de la voluntad soberana del Pueblo”.
Y por último, luego de otras consideraciones: “El Consejo Asesor procura la domesticación de la sociedad, su estratificación definitiva y si hoy se viste con los ropajes de una aparente inocencia, con el tiempo todos deberán la mentar su consolidación como aparato de poder omnipotente, sin apelaciones, en el que se fundamentará y basará el régimen para implantar un sistema de vida repudiado por la historia y con el cual se identificó con su saludo romano el otrora joven camisa negra, hoy Gobernador de Córdoba, Dr. Carlos Caballero.”
Sobre el caso Valinotto, se señalaba, “la opinión pública cordobesa y también la nacional, observan con estupor como un Juez de Córdoba, dispuso la libertad de un criminal basándose en el testimonio, denominado “de abono” del Ministro de Gobierno, Dr. Luis E. Martínez Golletti, y del Vocal del Superior Tribunal de Justicia Dr. Pedro Angel Spina”.
Y culminaba el análisis sobre este tema: “El Sr. Gobernador de Córdoba, Dr. Carlos Caballero, ante la renuncia verbal de su Ministro de Gobierno, Dr. Martínez
Golletti, resolvió, rechazarla ratificándole su confianza”.
Sobre los impuestos de orden local recalcábamos:
“Los centros vecinales de Córdoba, integrados en su mayoría por trabajadores, han denunciado el asalto fiscal de que son objeto, han protestado, han señalado la ilegalidad de las medidas tributarias, pero el gobierno ha permanecido incólume, ofreciendo una transitoria y demagógica rebaja que no altera la situación de fondo y que ha determinado la resistencia al pago, como único camino para hacerse escuchar, aunque el gobierno sigue y seguirá sordo a los reclamos del pueblo, embebido en su absolutismo y cegado por su tortuoso designio político”.
Sobre los problemas laborales se daba el caso de las “quitas zonales” que afectaba fundamentalmente al gremio metalúrgico. La anulación de la Ley del Sábado Inglés, que había sancionado en el año 1932 y que rebajaba en un 9,1 % los salarios mensuales de los trabajadores. El Departamento Provincial de Trabajo resultaba totalmente inoperante. Se distinguía que “Córdoba es, a no dudarlo, el paraíso de los recibos en blanco, que sirven para robar de los ya magros salarios de los trabajadores, partes sustanciales y crear la inseguridad en la permanencia de su empleo”. Por otra parte se dispuso el cierre de una serie de escuelas nocturnas de capacitación a la que concurrían los trabajadores, con el fundamento de que se habían agotado las instancias para que los mencionados establecimientos pasaran a formar parte del organigrama secundario provincial.
Las tropelías de la denominada “Brigada Fantasma”, también enardecieron al pueblo de Córdoba. Decíamos sobre el particular: “Todo el país conoce ya el increíble episodio de la “Brigada Fantasma”, denominada así por sus oscuras andanzas no en resguardo de la seguridad pública, sino atentando contra la misma. Intimidando a gente inocente, persiguiendo a supuestos delincuentes y extorsionando a los detenidos”. Se concluía sobre este punto:
También el episodio de la “Brigada Fantasma”, por más que se haya dispuesto su disolución y la detención de los “policías” que la integraban, no fue descubierta por la preocupación o la diligencia de los funcionarios del gobierno. Se conoció y se investigó por las denuncias periodísticas que constituye hoy el único medio que tiene el Pueblo para defenderse de alguna manera de los atropellos a que es sometido por un Gobierno, que inexorablemente será juzgado como el más nefasto para los derechos de toda la población de Córdoba”.
Para no extenderse más sobre este extenso documento señalaré una frase más: “Una ínfima minoría, los dedos de una mano sobran para contarlos, de “dirigentes” sindicales, apoya el régimen cordobés. No es así sin embargo en el orden nacional.
La asistencia de más de cuarenta jerarcas gremiales a una entrevista con Onganía ha demostrado que el espíritu de lucha de los trabajadores y del pueblo, tienen un fuerte contingente de desertores, sumados a la programática del régimen: política de sometimiento económico, de opresión social, de oscurantismo cultural y de mordaza cívica, sojuzgando a todos los argentinos que quieren un país en el cual se operen fundamentales transformaciones que posibiliten un inmediato porvenir donde impere la justicia social; donde se produzca la independencia económica, liberando a la patria de la penetración y dominio monopólico e imperialista; donde se materialice la soberanía política sobre la base de la libre voluntad popular y donde la democracia integral se practique sin ningún tipo de proscripciones e inhabilitaciones para todos los argentinos”.
Cubríamos el final exhortando a la unidad, a la acción común reivindicativa, de todas las Organizaciones Sindicales para la prosecución de la lucha en defensa de nuestros derechos.
 
                                                

ESTALLA LA CALDERA

 
Los trabajadores metalúrgicos, los trabajadores del transporte y otros gremios declaran paros para los días 15 y 16 de Mayo, en razón de las quitas zonales y el no reconocimiento de la antigüedad por transferencia de empresas, respectivamente. Los obreros mecánicos realizan una Asamblea y a la salida al ser reprimidos, defienden sus derechos en una verdadera batalla campal en el centro de la ciudad el día 14 de Mayo. Los atropellos, la opresión, el desconocimiento de un sinnúmero de derechos, la vergüenza de todos los actos de gobierno, los problemas del estudiantado y de los centros vecinales se suman. Se paraliza totalmente la ciudad el día 16 de Mayo. Nadie trabaja. Todos protestan. El Gobierno reprime.
En otros lugares del país, estallan conflictos estudian tiles por las privatizaciones de los comedores universitarios.
En Corrientes es asesinado el estudiante Juan José Cabral y ese hecho tiene honda repercusión en toda la población de Córdoba. Se dispone el cierre de la Universidad. Todas las agrupaciones estudiantiles protestan y preparan actos y manifestaciones. Se trabaja de común acuerdo con la CGT.
El día 18, es asesinado en Rosario el estudiante Adolfo Ramón Bello. Realizamos con los estudiantes y los Sacerdotes del Tercer Mundo una marcha de silencio en homenaje a los caídos.
El día 20 de Mayo, fui detenido e incomunicado en el Departamento de Policía “en averiguación de antecedentes”. Recupero la libertad al día siguiente.
El día 21, se concreta un paro general de estudiantes. Una serie de comunicados del movimiento obrero lo apoyan. En Rosario cae una víctima más. El estudiante y aprendiz de metalúrgico Norberto Blanco, es asesinado en Rosario. Se instalan Consejos de Guerra.
El día 22 de Mayo, los estudiantes de la Universidad Católica se declaran en estado de asamblea y son apoyados por el resto del movimiento estudiantil.
El día 23 de Mayo, es ocupado el Barrio Clínicas por los Estudiantes. Es gravemente herido el estudiante Héctor Crusta de un balazo por la Policía. Se producen fogatas y choques. La Policía es contundente, y los choques se hacen cada vez más graves.
El día 25 de Mayo, hablo en la Universidad Católica de Córdoba y hago una severa crítica y condena a los sangrientos atropellos de la Policía y de los arbitrarios procedimientos del Consejo de Guerra en Rosario.
El día 26 de Mayo, el movimiento obrero de Córdoba, por medio de los dos plenarios realizados, resuelve un paro general de actividades de 37 horas a partir de las 11 horas del 29 de Mayo y con abandono de trabajo y concentraciones públicas de protesta. Los estudiantes adhieren en todo a las resoluciones de ambas CGT.
Todo se prepara para el gran paro. La indignación es pública, notoria y elocuente en todos los estratos de la población.
No hay espontaneísmo. Ni improvisación. Ni grupos extraños a las resoluciones adoptadas. Los Sindicatos organizan y los estudiantes también. Se fijan los lugares de concentración. Cómo se realizarán las marchas. La gran concentración se llevará adelante, frente al local de la CGT en la calle Vélez Sársfield 137.
Millares y millares de volantes reclamando la vigencia de los derechos conculcados inundan la ciudad en los días previos. Se suceden las Asambleas de los Sindicatos y de los Estudiantes que apoyan el paro y la protesta.
El día 29 de Mayo amanece tenso. Algunos sindicatos comienzan a abandonar las fábricas antes de las 11 horas. A esa hora el Gobierno dispone que el transporte abandone el casco céntrico. Los trabajadores de Luz y Fuerza de la Administración Central, pretenden organizar un acto a la altura de Rioja y General Paz y son atacados con bombas de gases. Es una vez más la represión en marcha. La represión indiscriminada. La prohibición violenta del derecho de reunión, de expresión, de protesta.
Mientras tanto, las columnas de los trabajadores de las fábricas de la industria automotriz van llegando a la ciudad. Son todas atacadas y se intenta dispersarlas.
El comercio cierra sus puertas y las calles se van llenando de gente. Corre la noticia de la muerte de un compañero, era Máximo Mena del Sindicato de Mecánicos. Se produce el estallido popular, la rebeldía contra tantas in justicias, contra los asesinatos, contra los atropellos. La policía retrocede. Nadie controla la situación. Es el Pueblo. Son las bases sindicales y estudiantiles, que luchan enardecidas. Todos ayudan. El apoyo total de toda la población se da tanto en el centro como en los barrios.
Es la toma de conciencia de todos evidenciándose en las calles contra tantas prohibiciones que se plantearon. Nada de tutelas, ni de los usurpadores del poder, ni de los cómplices participacionistas. El saldo de la batalla de Córdoba —El Cordobazo— es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás.
En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y de la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego que es del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares ya no se apagará jamás.
En medio de esa lucha por la justicia, la libertad y el imperio de la voluntad soberana del pueblo, partimos esposados a bordo de un avión con las injustas condenas sobre nuestras espaldas. Años de prisión que se convierten en poco menos de siete meses, por la continuidad de esa acción que libró nuestro pueblo, especialmente Córdoba, y que nos rescata de las lejanas cárceles del sur, para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unimos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su Compañero y su Hermano.
                                                                                       
AGUSTIN TOSCO

Extraído de agustintosco.com.ar
 

jueves, 19 de mayo de 2011

El 25 de mayo de los descamisados


La Revista El Descamisado surgió como medio de difusión de Montoneros y la Juventud Peronista y se publicó entre 1973 y 1974.
En la edición del martes 29 de mayo de 1973, días posteriores a la asunción de Cámpora se publica el siguiente texto que cuenta cómo vivió el pueblo el gran suceso de la vuelta del gobierno popular.

El 25 de mayo de los Descamisados
 
Mientras centenares de miles de compañeros colmaban la plaza del Congreso y la plaza de Mayo; uno de esos compañeros, Héctor José Cámpora, juraba su cargo y pedía a otros dos “compañeros presidentes” —Salvador Allende, de Chile y Osvaldo Dorticós Torrado, de Cuba— que rubricaran junto a él el acta que lo proclamaba primer mandatario de los argentinos.
La promesa formal del compañero presidente al concluir su mensaje al país es que no gobernaría sólo él, sino el conjunto de los compañeros: el pueblo que estaba afuera, aclamando a Juan Perón, a Eva Perón y a él mismo. “…En la concepción justicialista de la historia y de la política, el pueblo no es ni un estribo ni un escalón para llegar al poder —dijo—; es el sujeto y el objeto de la historia. Y es el dueño de todas las decisiones”.
En su extenso discurso, Cámpora refirmó el programa que el peronismo ofreció al pueblo el 11 de marzo y que el pueblo votó abrumadoramente. Ahora, ese programa es la bandera de lucha y si ejecutarlo será difícil, si los antipatrias están agazapados a veces al lado nuestro, preparando una nueva revancha y una nueva entrega —una contrarrevolución—, el cierre del discurso del presidente les advierte también a ellos que su propósito no es fácil de conseguir. Porque ese programa no será traicionado: “Esta es la lealtad esencial que el pueblo espera de quienes fuimos elegidos por sus votos. No alterar. No adulterar. No traicionar. Ser esencialmente fieles a la voluntad popular. Así será”.
La cosa va mucho más allá de la mera fórmula “Dios y la Nación me lo demanden”. Un soldado leal del movimiento peronista se comprometió ante sus compañeros, ante el pueblo en su conjunto. Y el pueblo, como Perón, cree en la lealtad del compañero Cámpora.
En la calle, miles de columnas —cada una de ellas con miles de manifestantes— se entrecruzaban desde la noche del 24 de mayo, como si todos los argentinos estuvieran por presenciar el nacimiento de la Patria. Y de algún modo resulta así, no sólo porque reanudamos el camino de la liberación y de la independencia, sino porque ahora avanzamos hacia la Patria Grande. Latinoamérica estuvo presente junto al compañero Cámpora en la persona de los verdaderos líderes populares. Además de Allende y Dorticós, estaba el primer ministro del gobierno revolucionario del Perú, Edgardo Mercado Jarrín —enviado del presidente Velasco Alvarado— y el canciller de Panamá, en nombre del líder de la revolución de ese país, el general Ornar Torrijos.
Desde los cartelones manuscritos, de letra apretada, hasta los gigantescos, con siglas para ser leídas desde los helicópteros, las columnas sindicales, las de agrupaciones de base, las de unidades básicas, de barrios, de grupos estudiantiles, de la Juventud Perónista, surgían desde todos los barrios y a la mitad de la mañana del 25 de mayo habían copado las dos plazas mayores de la capital y la avenida de Mayo, que las une. Junto al nombre de cada barrio, de cada gremio o de cada organización juvenil, los carteles marcaban a fuego otra presencia restellante: FAR, Montoneros y FAP, tres organizaciones armadas enroladas en el peronismo.
Los estribillos remachaban constantemente sobre la lucha contra la dictadura y subrayaban las acciones heroicas de 18 años de persecuciones. Los muertos, los compañeros aniquilados por la persecución y la tortura, los presos, los combatientes, estaban presentes a cada instante y el pueblo, como Evita a los descamisados, como Perón a la Juventud luchadora que Evita no llegó a ver, demostraba tenerlos “junto a su corazón”.
¿Y el Compañero Presidente? En un día para él más difícil que para todos, en un día en que cayeron nuevos mártires del régimen en un último ataque a traición, cuando el debía recibir los atributos del mando de quienes los habían prostituido, cuando estaba rodeado de rituales y de aplausos ¿se acordaba el compañero presidente de los compañeros combatientes?
“… En los momentos decisivos, una juventud maravillosa supo responder a la violencia con la violencia y oponerse, con la decisión y el coraje de las más vibrantes epopeyas nacionales, a la pasión ciega y enfermiza de una oligarquía delirante. Como no ha de pertenecer también a esa juventud este triunfo, si lo dio todo —familia, amigos, hacienda, hasta la vida— por el ideal de una Patria justicialista. Si no hubiera sido por ella, tal vez la agonía del régimen se habría prolongado, y con él, la desintegración de nuestro acervo y el infortunio de los humildes. Por eso, la sangre que fue derramada, los agravios que se hicieron a la carne y al espíritu, el escarnio de que fueron objeto los justos, no serán negociados. Todos fuimos solidarios en la lucha contra el régimen y lo seguiremos siendo en la cotidiana acción gubernativa. La Patria ha contraído un compromiso solemne con nuestros héroes y con nuestros mártires, y nada ni nadie nos apartará de la senda que ellos trazaron con estoicismo espartano”.
Naturalmente, el programa de una revolución que se inicia por las urnas y que convoca a todos los sectores del país a una primera meta inmediata de liberación e independencia, no puede ser el mismo que el de una revolución por las armas, que aniquila al enemigo. Nuestro enemigo sigue presente y poderoso, como lo demostró con sus asesinatos del mismo 25 de mayo y con sus esfuerzos para impedir que los combatientes salgan todos a la calle, juntos, para aportar sus brazos a la nueva etapa de la lucha. Los enemigos pueden estar entre nosotros mismos y será la misma lucha la que los ponga en evidencia.
El Descamisado, como abanderado de todos los descamisados, será uno de tantos instrumentos que el pueblo se irá dando para descubrir y denunciar al enemigo. Y para controlar y empujar el proceso, para dar, en todos los terrenos, todas las batallas que exija la liberación definitiva de la Patria y la eliminación definitiva de explotadores y explotados.
Nuestro Jefe, Juan Perón, estará pronto aquí para ponerse personalmente al frente de un ejército del cual siempre fue general, al que levantó el ánimo tras las derrotas y llevó a muchas victorias: el ejército del pueblo.

viernes, 13 de mayo de 2011

Haroldo Conti

Escritor y militante, entre otras cosas, oriundo de Chacabuco.
Su compromiso tuvo como represalia su secuestro el 5 de mayo de 1977.


Muerte de un hermano (cuento)
Del libro Todos los veranos (1964)

A mi madre
El viejo ni siquiera sintió el golpe. Solamente un blando adormecimiento que le subía desde los pies. Algunas voces crecieron hacia el medio de la calle y después recularon suavemente.
El hombre se aproximó desde la niebla que lo rodeaba y se inclinó sobre él.
—Juan...
El hombre sonrió.
— ¡Juan!
— ¿Qué tal, hermano?
— ¿De dónde sales, Juan?
Le apuntó con un dedo sin dejar de sonreír.
— ¿No te dije que algún día iba a volver?
—Sí... eso dijiste... ¡claro que sí!
La niebla se agitó detrás de la figura. Varas de sombras avanzaban hacia él pero cuando trató de reconocerlas se comprimieron y juntaron en una franja circular.
—Juan, hermanito...
Movió la cabeza para uno y otro lado.
—Ha pasado tanto tiempo... No tienes idea.
—Lo sé.
— ¡Oh, no!... el tiempo para ti es otra cosa. Me refiero al mío, muchacho... Te esperé, claro que te esperé... Yo le decía a esta gente —trató de señalar—, esta gente...
Entrecerró los ojos y lo miró con fijeza. Era él, no había duda. El mismo rostro duro y franco.
—Yo también llegué a dudar, ¿sabes? —reconoció en¬tonces por lo bajo.
Y la voz se le quebró en la garganta. —Bueno, se comprende.
—Supongo que sí...
—Pero en el fondo sabías que iba a volver, ¿no es así, hermanito?
Le apuntó otra vez con el dedo y una vieja llama brotó dentro de él.
— ¡Claro! ¡Claro que sí!
Trató de incorporarse y abrazar a aquel hermano que había vuelto por fin, pero le fallaron las piernas. La verdad que ni siquiera las sentía. Entonces se abandonó sobre el pavimento aguantándose apenas con las manos, nada más que para no perder de vista ese rostro querido.
— ¿Y cómo te ha ido por ahí, muchacho? —preguntó con una voz complacida.
Trataba de parecer natural. En realidad se sentía mejor que nunca en mucho tiempo y el viejo cuerpo no pesaba ahora absolutamente nada.
—Bien, bien...
— ¡Este Juan!... ¿Eso es todo?
—Nunca hablé demasiado.
—No, es verdad... Apenas un poco más que el viejo... dos o tres palabras más.
Y sonrió recordando al viejo y al Juan de aquel tiempo, casi igual a este Juan. O tal vez igual del todo.
—Pero cantabas muy bien, eso sí ¿Todavía conservas esa linda voz?
—Creo que sí.
— ¿Y cantas también?
—Todavía. El que anda solo como yo, siempre canta alguna cosa.
—Aquí hay mucha gente sola, si te refieres a eso, pero no canta casi nunca...
Hizo una pausa porque sentía un gran cansancio.
—A veces me acordaba de ti y cantaba. A decir verdad, últimamente era la única forma de acordarme.
Inclinó la cabeza hacia el pavimento y añadió por lo bajo:
—Nadie ve con buenos ojos que un viejo cante porque sí... Yo les decía... trataba de explicarles. Pero tú sabes cómo es esta gente. Va y viene todo el día... Creo que el cabo me entendió una vez. Por lo menos sonrió y me dijo: "Siga, viejo. Cante de nuevo esa cosa".
Volvió a levantar la cabeza.
—Juan, hermanito, yo también he caminado mucho.
Y una gruesa lágrima rodó por su mejilla.
Juan extendió una mano en silencio y lo palmeó suave¬mente a pesar de que era una mano ancha y poderosa.
—Creí que ya no vendrías. Ésa era la verdad. Perdóname, pero lo llegué a creer.
—¿Qué importa eso ahora? El hecho es que he venido y te voy a llevar.
—¡Es lo que yo decía! ¡Repítelo, Juan, quiero que lo oigan todos!
—Eso es...
—Vendrá Juan, decía yo, vendrá mi gran hermano y nos iremos un día... ¿Qué pasa? ¡Juan! ¡Juan!
—Aquí estoy, muchacho. No te preocupes.
—Creí que te habías ido.
—No te preocupes.
Volvió a ponerle la mano sobre el hombro.
Ése era Juan. No había que explicarle nada. Lo comprendía y lo abarcaba todo. De una vez. Y su gran mano sobre el hombro despedía una corriente, algo que lo traspasaba a uno. Era como un árbol con la firme raíz y los sonidos de la tierra por un lado y los pájaros y los cielos por el otro.
Años atrás, la mano también sobre el hombro, le había dicho casi lo mismo. "No te preocupes. Volveré por ti un día." Estaban sobre el camino de tierra, en el límite del campo, una mañana de otoño. Juan no había querido que lo acompañase nadie más que él. Atravesaron el campo en silencio y no se volvió una sola vez. Después salieron al camino, ya de mañana, y cuando apareció el coche le puso la mano sobre el hombro y le dijo aquellas palabras. Después desapareció en un recodo.
Él se preguntó más de una vez de dónde le había nacido la idea. Era un hombre de la tierra, como el viejo. Tal vez la proximidad del camino, aquella franja pardusca que salía y entraba en el horizonte y sobre la que de vez en cuando veían deslizarse algún carro soñoliento o la figura más pequeña y más lenta de algún vagabundo que los saludaba con la mano en alto y después desaparecía en el recodo y tenía todo el camino para él, de una punta a otra, y además lo que no se veía del camino, es decir, el resto del mundo.
De cualquier forma, había en él, en ese rostro duro y confiado, algo que no había en los otros, una marca o señal que se iluminaba por dentro cuando miraba el camino o cuando simplemente hablaba de él. De manera que un día cualquiera Juan se marchó.
Algo después el camino se llevó a su madre en un carruaje de tristeza. Y después vinieron los años difíciles. La tierra se hizo dura y esquiva y el viejo un ser taciturno. Partió en la misma carroza que su madre el invierno del 37.
Hasta que una mañana de agosto salió al camino él tam¬bién y esperó el coche y se marchó por fin. La casa desapareció detrás del recodo, para siempre. La mayor parte de su vida venía después, pero eran años desprovistos de recuerdos, apenas un poco más miserable uno que otro. Diez años de pobreza, miseria. Pobreza, miseria y vejez de ciudad.
En realidad quizá fue un poco feliz cuando aceptó toda esa miseria. La gente no puede entender esto. Pero al cabo del tiempo él era feliz, o casi feliz, a su manera. Toda su preocu¬pación consistía en estar a las seis de la tarde en la puerta del asilo y cuidar que ningún vago le birlara la cama junto a la ventana. A esa hora y desde ese lugar los enormes y blancos edificios parecían boyar en la luz amable de la tarde. Después se oscurecían lentamente. Después las luces erraban en la noche a confusas alturas y en cierto modo la ciudad desaparecía y .pensaba en la casa lejana, el campo joven y abundoso.
Entonces volvía a ver el camino y recordaba las palabras de Juan. No siempre lograba recordar al Juan entero porque tenía que ayudarse con canciones y vislumbres más propios del día. Pero de todas maneras su hermano había crecido dentro de él y era una cosa mucho más viva que él, a pesar de la ausencia.
Había una hora y un lugar, precisamente cuando los viejos y los vagos se reunían frente al asilo y esperaban a que se abriesen las puertas. Entonces, vaya a saber por qué, Juan reaparecía entero o casi entero en medio de toda aquella miseria. Y eso, por lo menos, le daba impulso para alcanzar la cama al lado de la ventana.
Sólo que últimamente la imagen había empalidecido y algunos días no aparecía siquiera. Y si conseguía la cama no era por el Juan sino porque ya nadie quería disputársela.
Para decir la verdad, hacía un tiempo que había perdido interés en el asunto. Ni más ni menos. Los años habían terminado por doblegarlo. Estaba seco por dentro y se dejaba llevar y traer como un casco viejo.
Miró a Juan y trató de sonreír.
—Las cosas lo llevan y lo traen a uno como un casco viejo. Es eso...
—¿De qué estás hablando?
—Me pregunto cómo sucedió todo esto.
—¿Qué importancia tiene, muchacho?
—Ninguna, por supuesto. Quise decir simplemente que las cosas sucedieron sin que yo me propusiera nada.
Hablaba con una voz mansa y dolorida.
—Bueno, es lo que pasa por lo general.
—No a ti, no a ti, muchacho... Tú saltaste sobre la vida y la domaste como a un potro. ¿Eh, Juan?
—No fue así. Bueno, yo sé cómo fue realmente. Lo que pasa es que nunca me pregunto esas cosas... La tomaba como venía.
—Eso es, muchacho. Eso es. ¡Cerrabas el puño y te la metías en el bolsillo! Juan, ¿estás ahí?
La figura parecía oscilar y alejarse.
—Aquí estoy.
—¿Quisieras darme la mano?
—Claro que sí.
Ahora casi no veía su rostro. Pero sintió la mano áspera y dura.
No tenía idea de la hora pero de cualquier manera le resultaba extraño aquel silencio en esa calle de la ciudad.
— ¿Qué se habrá hecho de la gente? —se preguntó sin verdadera curiosidad mientras trataba de sostener la cabeza que parecía querer escapársele—. Debe ser muy tarde.
La figura osciló hacia adelante y entonces con el último hilo de voz preguntó todavía:
—¿Vamos, Juan?
Sintió la voz muy cerca de él.
—Cuando quieras, muchacho.
—Vamos ya...
 

jueves, 5 de mayo de 2011

Carlos Mugica

En épocas en las que la Iglesia era cómplice de los gobiernos de censura y tortura, hubo sacerdotes que se proclamaron al lado del pueblo, pisando el mismo barro, levantando las mismas banderas de resistencia, caminando adelante y a su paso en cada lucha.
Carlos Mugica fue uno de ellos. Durante los años 60 y los 70 y junto con otros curas que integraban el Movimiento de Sacerdotes para el tercer mundo, predicó a un Cristo que vino al mundo con un mensaje de liberación, nunca de sometimiento.
El 11 de mayo de 1974 fue asesinado por la Triple A luego de dar misa.
Pero su palabra llego a tantos que permanece viva, en cada sacerdote verdaderamente comprometido con su misión y en el corazón de todo un pueblo.

Los católicos y el Socialismo
por Carlos Mugica

¿Qué sentido puede tener, desde la fe, la opción por el socialismo?
En primer lugar, ¿por qué hoy nosotros, cristianos, estamos hablando o criticando al socialismo? Porque los cristianos hemos comprendido que el único mandamiento que nos dejó Jesús —porque los Diez Mandamientos los dejó Dios en el Antiguo Testamento— es este: “Yo les doy un nuevo mandamiento, que se amen unos a otros como yo los he amado.” Y tiene dos dimensiones. Una de amor personal absolutamente irrenunciable y una dimensión colectiva o estructural del amor. Y por eso hoy los cristianos nos preocupamos por la política, por la acción tendiente a cambiar el mundo.
El Papa, en su último gran documento, la Octogessima Adveniens dice: “Dirigimos a todos los cristianos de manera apremiante un llamado a la acción…” Y no hace distingos entre curas, laicos y religiosos, sino cristianos en general. Y cuando da un ejemplo de compromiso actual de un cristiano, habla de los curas obreros…
Dice: “Los laicos deben asumir como tarea propia la renovación del orden temporal”. No dice pueden asumir. Deben asumir. Es una exigencia de la vida cristiana.
Y agrega el Papa: “Si la función de la Jerarquía es la de enseñar a interpretar auténticamente los principios morales a seguir en este campo, pertenece a los laicos mediante sus iniciativas, y sin esperar pasivamente consignas y directrices, penetrar de espíritu cristiano la mentalidad y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la cual viven.”
Todos sabemos qué necesitan las estructuras en las que vivimos: ser penetradas de espíritu cristiano. Para dar un solo ejemplo: esta sociedad es una sociedad corrompida, inmoral y pecaminosa. Solo en la Capital Federal hay 120.000 departamentos vacíos hechos para los oligarcas y hay 1.500.000 personas que viven en ranchos, conventillos y villas miserias del cinturón de Buenos Aires. En esta sociedad un hombre difícilmente junta 100.000 pesos para vivir, pero un yanqui se los gasta en unas horas de Sheraton.
Como punto de partida para esta reflexión sobre el socialismo, tomaremos el documento “Justicia”, del Episcopado argentino, en el que se muestra el cambio fundamental de mentalidad, que hoy tenemos que hacer los cristianos, porque si no, no entendemos nada de lo que debe ser nuestro compromiso, ni entendemos nada de lo que hoy significa evangelizar.
Los obispos dicen: “Afirmamos que la virtud de la justicia se encarna en la vida entera de la sociedad. No basta, por lo tanto, darle a cada cual lo suyo en un plano meramente individual”. Ya esto lo había dicho Pablo VI en la Populorum Progressio cuando afirma que no se trata de que los individuos ricos ayuden a los individuos pobres, sino que se trata de que los pobres dejen de ser pobres. Y hasta ahora, para que los pobres dejen de ser pobres no se ha inventado otro más que este sistema: que los ricos dejen de ser ricos. Hay que ayudarlos a los ricos a liberarse de esas riquezas que los oprimen y que los llevan hacia el camino del infierno. El pastor Hermas, habla de qué aprecio tenían por los ricos los primeros cristianos en el siglo II, y dice lo siguiente: “Al modo como la piedra redonda, si no se la labra y recorta no puede volverse cuadrada, así los que gozan de riquezas en este mundo, si no se les recortan las riquezas no pueden volverse útiles a Dios.” Jesucristo lo dice claramente: “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos.” Algunos curas dicen que esto hay que entenderlo en sentido espiritual… Decir esto hoy es pecado, es ablandar o achicar el Evangelio para no tener problemas con los ricos.
Dice además el pastor Hermas: “Por ti mismo ante todo, puedes darte cuenta de que cuando eras rico eras inútil, ahora en cambio eres pobre y eres útil y provechoso para la vida.” Por eso es necesario un proceso revolucionario en nuestra Patria, que ya ha comenzado, no sólo para que los pobres puedan recuperar los bienes que les han robado y puedan vivir dignamente, sino también para redimir a los ricos de su ancestral estupidez.
Siguen diciendo los obispos argentinos: “El pecado se da siempre en el interior del hombre.” Esto es fundamental, pues por más que hagamos un cambio radical de estructuras, si no matamos al policía que tenemos adentro, como decían los estudiantes franceses, seremos los nuevos opresores. No basta, por lo tanto, con
el cambio estructural, pero no basta tampoco con el cambio personal, porque todo ser humano está estructurado. Por eso, los obispos proponen un concepto revolucionario del pecado (claro que lo revolucionario en la Iglesia, después de 2.000 años de vida, es volver a la auténtica tradición), y dicen: “El pecado se da siempre en el interior del hombre, que por su libertad es capaz de rechazar el amor e instalar la injusticia.” Es una definición de pecado que hasta los no creyentes pueden entender. Y aquí viene la renovación: “Pero del corazón del hombre, el pecado pasa a sus actividades, a sus instituciones, a las estructuras creadas por el hombre”; y dan un ejemplo muy concreto: “Cuando Dios revela su designio divino como plan para los hombres, la justicia aparece en su pedagogía, no solo como un don divino personal (José, varón justo, por ejemplo), sino como un estado del pueblo, a tal punto que es el pueblo todo quien está en situación de pecado cuando se cometen injusticias, se las consiente o no se las repara.
Hoy los cristianos no podemos rezar el padrenuestro si no hacemos algo eficaz para que disminuya el índice de mortalidad que, en nuestra patria, aumenta día a día. Lo mismo con respecto a las torturas; si yo no estoy haciendo algo para que cesen las torturas, en la medida de mis posibilidades, soy co-torturador de mis hermanos. Esto lo dicen claramente los obispos. Porque quizá no soy un opresor directo que comete la injusticia, pero tal vez la consiento o no la reparo en la medida en que no me comprometo a través de una acción política eficaz para cambiar las estructuras. El compromiso político hoy, no es optativo, es obligatorio para los cristianos en el sentido amplio, en el sentido en que lo define Pablo VI.
Aquí se nos presenta el problema de la sociedad que buscamos como cristianos. En la Biblia hay un caso muy claro: Sodoma y Gomorra. Dios quiere acabar con Sodoma y Gomorra porque en esas ciudades se cometían pecados sexuales contra la naturaleza. ¿Esto qué significa? ¿Qué todos los sodomences eran sodomitas? No. Unos cometían el pecado, otro era el diputado que sacaba la ley de profilaxis, el otro era el que tenía la boite, el otro era el que traía la droga, y el otro el del “no te metas”.
En este contexto debemos plantear el problema de la violencia.
El problema de la violencia no es un problema virginal: “a mí no me gusta la violencia”. Hay que ser un desnaturalizado para estar a favor de la violencia si la opción fuera violencia-no violencía. El problema es que yo no puedo quedarme pasivamente tranquilo ante la situación de terrible violencia institucionalizada que estoy viviendo, porque si lo hago, soy un asesino de mi pueblo que se está muriendo de hambre. Ese es el problema.
Los obispos hacen un diagnóstico de la realidad argentina que, aunque formulado en 1969, todavía es válido: “Comprobamos que a través de un largo proceso histórico que aún hoy tiene vigencia, se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta…” No dicen a un gobierno injusto, hay que sacar a este militar y poner a este otro, no, es una estructuración injusta, es un sistema injusto…” y la liberación deberá realizarse en todos los sectores en los cuales hay opresión”. En el jurídico y el político, en el cultural, en el económico y en social. Al aspecto jurídico (ley anticomunista, Código Civil) ya me he referido en los artículos anteriores.
En el orden político, ni hablar, pues además de que se está cocinando el asunto del caballo del comisario, todos sabemos que cuando hay una auténtica manifestación popular se la reprime. Y que evidentemente se hace lo imposible para que el pueblo no gobierne a través de los suyos.
En el orden económico y social (y esto toca directamente al problema del socialismo), dicen los obispos que debe lucharse por la liberación por lo siguiente”:
1º Porque vivimos en un sistema capitalista, en el cual el motor fundamental es el lucro. El lucro es “el” motivo de este sistema económico. Y todos sabemos lo que Jesucristo dice del lucro en el Evangelio. A la riqueza la llama mamonna de la iniquidad, y tiene unos cuantos “¡Ay de vosotros los ricos!” Hoy hasta el predicador más comprometido resulta blandito al lado de lo que decía de los ricos Jesús.
En el capítulo quinto de la carta de Santiago, se hacen algunas recomendaciones a los ricos que pueden tener actualidad. Dice Santiago: “Y vosotros, los ricos, llorad a gritos por las desventuras que os van a sobrevenir. Vuestra riqueza está podrida, vuestros vestidos consumidos por la polilla; vuestro oro y vuestra plata comidos por el orín, y el orín será testigo contra vosotros y roerá vuestras carnes con el fuego…”. Quien habla así, es un obispo, uno de !os discípulos del Señor que nos dijo “que seamos mansos y humildes de corazón” como El, pero que no seamos hipócritas, que prediquemos la verdad. “…Habéis atesorado para los últimos días el jornal de los obreros que han segado vuestros campos, defraudados por vosotros claman, y los gritos de los segadores han
llegado a los oídos del Señor de los Ejércitos. Habéis vivido en la molicie sobre la tierra, entregados a los placeres, y habéis cebado vuestros corazones para el día del degüello. Habéis condenado al justo y le habéis dado muerte sin que él se resistiera”. Hace un año y medio, un grupo de sacerdotes hicimos un pequeño acto, un gesto sencillo, delante de la Exposición del Confort, con un cartel que decía: “Confort para pocos y hambre para muchos con una foto aérea de la villa Dorrego, una villa que queda a unas veinte cuadras de la Sociedad Rural donde se hacía la exposición. Nosotros, no solamente desde el Evangelio, desde la enseñanza de Cristo, desde la enseñanza de Pablo VI cuestionábamos una “Exposición del Confort” en un momento en que los pobres cada vez se mueren más de hambre y los ricos cada vez se llenan más los bolsillos sino que cuestionábamos el principio mismo del confort, el principio hedonista. Porque esta sociedad es inmoral, no solamente porque las riquezas se reparten en forma desigual, sino porque el tipo de hombre que propone esta sociedad es un hombre alienado, un hombre inhumano, es el hombre consumidor, el hombre que “tiene”.
Debemos tener mucho cuidado con las pautas que nos dan a través de los medios de difusión. Porque ¿cuáles son esas pautas? “Hay que luchar por el Fiat 600″, si es posible por el 1600, y tal vez escatológicamente en esta vida al Torino. Y el tipo que tiene el Torino, tiene mentalidad de tipo que tiene un Torino, mentalidad de opresor. Y desgraciadamente, esta sociedad, aunque a muchos de sus habitantes solamente les hace oler los bienes (porque no pueden acceder a ellos) nos va presentando como ideal de vida el “tener” cosas, cuando el ideal evangélico es clarísimo. Jesucristo nos dice en el Evangelio, que la vida de un cristiano tiene que ser una vida de servicio a los otros, una vida austera, una vida de una gran libertad con respecto a los bienes, de una gran distancia.
Cuando tuve ocasión de conocer la experiencia cubana, en 1968, realmente vi una vida dura, una vida difícil, por cierto.
Donde ningún adulto puede tomar vino ni leche; pero todo niño menor de 7 años tiene un litro de leche por día. Y uno piensa: muy bien, desde las pautas burguesas resulta difícil y duro, no se puede tomar coca-cola, cerveza ni vino… pero… ¿es necesaria la cocacola para la salvación eterna? Desde las pautas del Evangelio, ¿no está mucho más cerca de él esta sociedad que la que nos presenta cantidad innumerable, lujuriosa de bienes aunque muchos no los puedan ni oler?
En mi artículo “los valores cristianos del peronismo” ya me
he referido y he enumerado las razones por las cuales los obispos condenan a esta sociedad capitalista. Recalcaré lo de “… las migraciones internas y en las racionalizaciones que provocan desocupación e inseguridad…” (Y esta palabra la comenzó a usar Álsogaray en la Argentina, cuando decía: “Hemos racionalizado la administración pública, y hemos eliminado 20.000 agentes…” y esos “agentes” tenían nombre, apellido, mujer e hijos.)
Y la patética pastoral de hace tres años de monseñor De Nevares en la que decía que al recorrer el monte, a caballo, la gente le manifestaba:
“Monseñor, queremos entregar nuestros hijos al Estado, porque no queremos verlos morir de hambre en nuestros brazos.” Y yo me pregunto, ¿qué es peor? ¿Que a mi hijo lo maten de un tiro, o que lo vea languidecer poquito a poco, y lo lleve a un hospital y no me lleven el apunte, y no tenga plata para comprarle los remedios… Porque así se presenta el problema de la violencia. Todos los días se van extinguiendo, van muriendo hermanos nuestros como fruto de la explotación.
De esta reflexión que vengo haciendo resuelta claro que una sociedad montada sobre la base del lucro es una sociedad anticristiana e inmoral y por lo tanto debe ser rechazada.
Entonces tenemos que buscar otro tipo de sociedad y aquí aparece la reflexión sobre la posibilidad de acceder al socialismo. ¿Cuáles son las pautas que debe tener en cuenta un cristiano para saber qué sistema puede adecuarse mejor o no a sus valores? Primero, el Evangelio; segundo, el Magisterio de la Iglesia, y después lo que Juan XXIII llama los signos de los tiempos. Dios nos interpela, nos habla, desde su palabra revelada, desde el Magisterio de la Iglesia, pero también nos hace señas desde todos los hombres que más allá de sus errores buscan y luchan por la verdad. Desde Freud, desde Marx, desde Einstein, desde los movimientos de liberación de los pueblos que quieren vivir una vida digna y creadora.
Pensemos en la comunidad prototípica, la proto-comunidad cristiana, a aquellos hombres en cuyos oídos todavía resonaban las palabras del Señor: ¿Cómo vivían esos hombres? Esto se señala claramente en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Nosotros a veces tenemos ciertas ideas de la propiedad… en general de lo que es el cristianismo, debido a la ignorancia enciclopédica que tenemos de lo que es el Evangelio. Porque si yo fuera marxista
y no hubiera leído ni a Marx, ni a Lenin ni a Guevara, ni a Mao,
¿qué clase de marxista sería? ¿Usted es cristiano? Sí. ¿Leyó a Cristo? Sí, un cachito, los domingos. ¿Leyó a San Pablo? ¿Leyeron las cartas de San Juan? ¿Leyeron los Hechos de los Apóstoles? No. Entonces ustedes ¿qué clase de cristianos son? Son cristianos folklóricos. Y hoy ya no podemos aguantar la problemática del mundo de nuestro tiempo con cuatro verdades clavadas con alfileres. No podemos seguir viviendo de renta: porque mis padres son cristianos, yo también lo soy. Eso ya se acabó. El que hoy no hace una opción adulta por el cristianismo, seguro va a perder la fe, va a quedar marginado del proceso. ¿Qué se dice en el libro de los Hechos?: “Todos los que creían vivían unidos teniendo todos sus bienes en común, vendían sus posesiones y haciendas y las distribuían entre todos según la necesidad de cada uno.” (Cap. 2, 44 ss.)
Dieciocho siglos más tarde, Marx va a pronunciar una frase evangélica, cuando diga: “De cada uno según su capacidad, y a cada uno según su necesidad.” Al decir esto hace una afirmación evangélica.
Se vuelve a decir en el capítulo cuarto de Los Hechos de los Apóstoles: “La muchedumbre de los que habían creído, tenían un solo corazón y una sola alma, y ninguno tenía por propia cosa alguna, antes todo lo tenían en común…” Aquí ni siquiera se habla de bienes de producción, se habla de bienes de uso. Ni siquiera consideraban como propios los bienes de uso. Es evidente que todo ser humano tiene derecho a ser dueño de sus bienes de uso (de sus zapatos), el problema se presenta con los bienes de producción. Y se sigue diciendo en Los Hechos de los Apóstoles: “Los apóstoles atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús, y gozaban todos ellos de gran estima…”.
Y esto es lo interesante, porque atestiguaban la resurrección de Jesús “no había entre ellos indigentes, pues cuantos eran dueños de hacienda, o casas, las vendían y llevaban el precio de lo vendido y lo depositaban a los pies de los apóstoles, y a cada uno se le repartía según su necesidad. José, llamado por los apóstoles Bernabé, que significa hijo de la consolación, cuenca que poseía un campo, lo vendió y llevó el precio de lo vendido y lo depositó a los pies de los apóstoles…” Si todos los que en nuestro país nos decimos católicos, fuéramos cristianos, no habría ninguna necesidad de hacer la revolución social. Si todos los que hoy son cristianos pusieran todos sus bienes a los pies de los obispos que, previamente, también pusieran sus bienes al servicio de la comunidad, los bienes de la Iglesia, creo que acá no habría que hacer ninguna revolución social. Pero como enseña muy bien, el padre Congar, hasta ahora no se ha dado ningún caso en la historia de la humanidad, de que sectores ricos se hayan despojado voluntariamente de sus bienes; por eso hay que andarlos a liberarse de esos bienes que los oprimen.
Este texto del libro de Los Hechos de los Apóstoles, es un testimonio directo de la comunidad prototípica; esta comunidad es la comunidad ideal, hacia la cual siempre hay que apuntar. Aquí viene un poco la concepción del hombre nuevo a la que aludió Ortega Peña. El hombre nuevo, que vive en función de servicio a los demás. Uno de los grandes males de nuestra sociedad, de nuestro tiempo, entre otros factores, por la influencia del desarrollismo nefasto, es el economicismo: lo importante es ser eficiente. La formación que se da hoy en nuestras universidades es esa, es una formación tecnocrática, eficientista, para tener el día de mañana burgueses que no molesten, que no piensen, que estén dispuestos a vivir una vida bien materialista.
Pero de lo que se trata previamente, como lo dice muy bien el Papa, es de que el cristiano tiene que privilegiar siempre la político sobre lo económico, aunque sea muy importante lo económico, y sea muy importante el tema de los bienes de producción, porque es el tema clave. Pues en este momento puede haber para un cristiano una pluralidad ideológica de opción, pero en el fondo, las discrepancias ideológicas se cierran en dos alternativas, que son: una la alternativa capitalista, que se basa fundamentalmente en que unos pocos sean los dueños de los bienes de producción, es decir de los bienes que producen bienes, o sea de las máquinas. Y eso, bien sabemos lo que trae como consecuencias. El hombre naturalmente tiende al lucro; esos pocos en seguida serán estos que dijo Santiago: los ricos que oprimen a sus hermanos.
La otra alternativa es el socialismo, en el cual la comunidad es la que tiene el control y la propiedad de los bienes de producción. No son de unos o de algunos, sino de todos. El control popular sobre los medios de producción, que lleve a que los bienes no sean de algunos sino de todos. Esto tiene una enorme importancia, pero de cualquier manera no basta. En la Unión Soviética se hizo una revolución económica, qué duda cabe, pero como precisamente hoy no basta con que la revolución se haga en el plano económico y en el plano cultural y espiritual, en la Unión Soviética en lugar de existir la dictadura del proletariado, existe la dictadura sobre el proletariado. Es decir, hay una burocracia que se está interponiendo entre el pueblo y el poder. En segundo lugar, no se ha dado tampoco una revolución en el plano cultural y espiritual y el tipo de hombre que se propone no es el hombre creador, el hombre al servicio de los otros, es decir el hombre que el cristiano tiene que anhelar, porque es Cristo ese hombre (Cristo dice: “Yo no he venido a ser servido por los hombres, sino a servir”) sino que es el hombre consumidor, el hombre eficiente, el hombre económico.
Los obispos del tercer mundo, en el año 1967, dijeron lo siguiente: “Teniendo en cuenta ciertas necesidades, para ciertos progresos materiales, la Iglesia desde hace un siglo ha tolerado el capitalismo, con préstamo, como interés legal y demás costumbres poco conformes con la moral de los profetas y del Evangelio; por eso ella no puedo más que regocijarse al ver aparecer hoy en la humanidad, otro sistema social menos alejado de esta moral”. Esto es muy importante. Para los cristianos todo sistema humano está alejado en alguna manera de la moral, de los profetas y del Evangelio. La plena justicia, la plena solidaridad, la plena creatividad… se van a dar para nosotros, los cristianos, recién cuando vuelva el Señor. Por eso, personalmente, creo que el concepto de revolución cultural que propugna Mao, tiene cierta resonancia evangélica. La revolución debe ser permanentemente revolucionada, para que no se convierta en contrarrevolución; puede haber un proceso de involución en los hombres y en las estructuras. El hombre no es, es un ser que va siendo, y la sociedad también va siendo. Por eso el cristiano, desde la cláusula escatológica, desde los valores evangélicos, tendrá que criticar siempre a toda sociedad humana; pero lo importante es que la crítica no la haga desde su comodidad o desde sus propiedades, sino que la haga desde los valores evangélicos, que son: la liberación de los pobres, verdadera y auténtica pobreza, una verdadera justicia, que son una verdadera dignidad de cada hombre.
Dicen los obispos citando al Patriarca Máximo IV que intervino en el concilio: “Los cristianos tienen el deber de mostrar que et verdadero socialismo, es el cristianismo integralmente vivido en el justo reparto de los bienes y en la igualdad fundamental de todos. Lejos de contrariarnos con él, sepamos adherir a él con alegría”. Cuando yo estuve en Cuba, pocos días antes de venirme, celebré una misa en una Iglesia y al salir, una señora de 60 o 65 años, con rasgos muy aristocráticos, me dijo: “Mire padre, a mi la revolución me quitó todo, pero esto es lo evangélico.” Eso es lo cristiano, aquel que no juzga de la realidad por su situación personal, o por la situación de su familia, sino que tiene en cuenta el bien común. Y no nos engañemos, unos cuantos de nosotros si realmente luchamos por el socialismo nacional en nuestra patria, vamos a estar peor. Porque si queremos que los dos millones y medio de hermanos nuestros que viven en las villas miserias estén mejor, evidentemente algunos van a estar peor. Y nosotros podremos sentirnos oprimidos, pero nuestra opresión es una opresión graciosa al lado de la opresión que sufren nuestros hermanos que no encuentran trabajo, que no tienen donde dormir… y todo lo demás. Eso es evidente. Porque si no, como ya dije, la nueva alienación puede nacer de la revolución.
Y dicen los obispos: Lejos de contrariarnos con el socialismo, sepamos adherir a él con alegría, como una forma de vida social mejor adaptada a nuestro tiempo y más conforme con el espíritu del Evangelio. Así evitaremos que algunos confundan a Dios y la religión con los opresores del mundo de los pobres y de los trabajadores, que son en efecto el feudalismo, el imperialismo y el capitalismo”. En un libro que acaba de salir, de Garaudy, que se llama “Hacia la reconquista de la esperanza”, demuestra que Marx no condena la religión desde el punto de vista metafísica, filosófico, sino que condena esa religión histórica que él conoció, y hacía muy bien en condenarla, porque era realmente el “opio del pueblo”. Pero si Marx hubiera conocido a Helder Cámara, a Juan XXIII, hubiera conocido a Camilo Torres, no hubiera opinado que la religión es el opio del pueblo. Como lo señaló muy bien Fidel Castro, cuando estuvo en Chile, y dijo que el cristianismo y el cristiano deben encontrar en su fe realmente, el motor que los impulse a un compromiso. Y el “Che” Guevara dice: “Los cristianos deben unirse a los marxistas en la lucha revolucionaria Latinoamericana, sin intentar imponer sus propios dogmas, pero deben venir también sin la cobardía de ocultar su fe, para asimilarse a ellos.” Cada uno debe insertarse en la lucha revolucionaria desde su originalidad, porque si no esa revolución no sirve.
Hablando del imperialismo, del feudalismo y el capitalismo, continúan diciendo los obispos: “Estos sistemas inhumanos, han engendrado a otros queriendo liberar a los pueblos, oprimen a las personas y caen dentro del colectivismo totalitario y la persecución religiosa.” El episcopado peruano, alienta al pueblo a adherir al socialismo, como el sistema a través del cual hoy Dios los va interpelando a los peruanos, pero hace la diferencia: “Nosotros adherimos al socialismo, pero que no se confundan ciertos socialismos históricos que son burocráticos, que son ateístas militantes y que son materialistas. Dios y la verdadera religión nada tienen que ver con las formas diversas del dinero de la iniquidad, por el contrario, Dios y la verdadera religión están siempre con los que buscan promover una sociedad más equitativa y fraternal, entre todos los hijos de Dios, en la gran familia humana.”
Hay un trabajo muy interesante del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo. Dice: “¿Por qué hablamos del socialismo nacional? En una palabra: socialismo nacional, socialismo humanista y socialismo crítico.”‘
Crítico: desde la fe, porque ningún sistema humano jamás realizará todos los valores evangélicos.
Nacional: para decir en una palabra que responda a nuestras auténticas raíces. Personalmente creo que el proceso hacia el socialismo nacional, con rostro humano, que no busca eliminar la propiedad de los bienes de uso sino darla a todos, empezó en la Argentina el 17 de octubre de 1945.
Humanista: Que posibilite a cada argentino una vida realmente creadora. Que posibilite su expansión espiritual que culmina en el descubrimiento del misterio de Cristo.
Para terminar quiero hacerlo con una reflexión del Padre Gera. El Padre Gera, al hablar del compromiso del cristiano, dice lo siguiente: “Hoy, el cristiano tiene que insertarse en su pueblo. La toma de conciencia en sí, en el hombre argentino, no sólo como sujeto familiar, como sujeto de clase obrera, como sujeto de la clase burguesa, sino como sujeto colectivo, o sea como sujeto que participa de una agrupación que llamamos Nación, es indispensable…” Es decir, hoy el hombre se tiene que sentir parte de un pueblo, de una nación. “.. .esto es toma de conciencia nacional, y por consiguiente, que sus necesidades, sus intereses, sus compromisos se vuelvan a nivel no solo de una agrupación, no simplemente familiar, individual o grupal, sino nacional. Es una toma de conciencia de sí como comunidad, como unidad nacional, y de allí que esta toma de conciencia de sí, como sujeto colectivo nacional, equivale a una afirmación: querer ser sujeto colectivo y nacional de lo que podemos llamar la raíz del proyecto socialista del pueblo.”
El pueblo tiene, aunque no lo exprese con las mismas palabras
y diga, por ejemplo “…yo soy la alpargata del patrón o “…a mí el patrón me afana lo que gano”, el pueblo tiene un proyecto socialista; y en el fondo, lo que está diciendo con eso es “…yo soy socialista, estoy propugnando el socialismo”. “El pueblo tiene un proyecto socialista al tomar conciencia o al intensificar la conciencia de sí como pueblo, como nación. Esto es participación en un mismo destino, en una misma gestión histórica.”

Publicado en el libro Peronismo y Cristianismo de Carlos Mugica, lo pueden encontrar en pdf en
http://www.ruinasdigitales.com/libros/peronismo-y-cristianismo-de-carlos-mugica/