viernes, 18 de marzo de 2011

A 35 años del golpe militar

La memoria es la capacidad mental que posibilita a un sujeto registrar, conservar y evocar experiencias.

La memoria es la que nos recuerda día a día quiénes somos y por qué.
Para un pueblo la memoria es historia, y es resistencia.
Pueblo que olvida, es un pueblo sometido. Condenado a repetir errores.
Pueblo que vive únicamente de su pasado, se estanca.
Pueblo con memoria, avanza.
Re significa cada día su lucha,
por los de ayer, los de hoy y los de mañana
.



Calendario de una década argentina[i].
por Osvaldo Bayer


Si bien la violencia es inmemorial en la Argentina, los años de terror protegido sistemático comenzaron a fines de 1974. En mi caso particular, en octubre de 1974, con una fecha crucial: el asesinato a Silvio Frondizi, las listas de las Tres A, la obligada desaparición del film La Patagonia Rebelde. Pero el terror ya sistematizado y oficial se inicia el 24 de marzo de 1976 y su clímax durara hasta principios de 1979. Es la época donde no hay lugar para indiferentes. El editorial del diario La Nación lo proclama y lo exige: “Nadie es neutral”.[ii]
(…) se reclama la guerra total. Es el momento de la caza del adversario político.
(…) en Córdoba, el teniente coronel Gorleri oficializaba lo que ya se venía haciendo subrepticiamente: la quema de libros. La proclama ha quedado inserta en todos los diarios, resplandeciente de arrogancia e ignorancia: “a fin de que no quede ninguna parte de estos libros, folletos, etc., se toma la resolución para que este material evite continuar engañando a nuestra juventud sobre el verdadero bien que representan nuestros símbolos nacionales, nuestra familia, nuestra iglesia y en fin, nuestro más tradicional acervo espiritual”[iii]
 (…) Y La espada será acompañada por la cruz. El representante del Papa, Pío Laghi, consagrara todo con su hisopo cuando vuelva a Tucumán a dar la mano a los generales Menendez y Acdel Vilas y felicitarlos. (…) Cuando son asesinados en la Iglesia de San Patricio del barrio de Belgrano los cinco curas y seminaristas palotinos en manos de un comando de la Marina de Guerra encabezado por el teniente de navío Antonio Pernía, de la Escuela Mecánica de la Armada, los cardenales Aramburu y Primatesta producen el documento tal vez más obsceno del tiempo de la dictadura. Escribirán con un servilismo que lleva las marcas cainescas del cinismo y la hipocresía: “Sabemos cómo el gobierno y las Fuerzas Armadas participan de nuestro dolor y, nos atreveríamos a decir, de nuestro estupor”[iv].
Con 1978 llegó el momento de “ganar la paz” como los voceros dirigentes de los hombres de la espada y de la Cruz lo proclamaron. Y es el momento de la “plata dulce”. 
(…) Pero en la Plaza de Mayo aparecían las primeras locas, las madres de los desaparecidos.
1978 es el año de la “Campaña antiargentina”. Lo de la “campaña argentina en el exterior” fue un inteligente golpe propagandístico de la dictadura para lo cual contrató a una empresa publicitaria norteamericana. Año del campeonato de fútbol. Había que aniquilar la voz de los exiliados argentinos y de sus amigos y aliados extranjeros. Basta seguir las publicaciones de la época para registrar la agresividad con que fue llevada y la unificación de la opinión pública contra los “antiargentinos”. Se logró similar unanimidad interna que en la guerra de Malvinas.
(…) Los verdaderos argentinos de la época eran “derechos y humanos”. La campaña antiargentina es el verdadero origen de la artificial división entre “los que se fueron” y “los que se quedaron”.
Había que tratar de tapar el horror y la cobardía. Todos tenían su cadáver en el ropero y comenzaba a oler mal. Se inventaban toda clase de cosméticos para ocultarlo: el dólar barato, Maradona, Vilas y la princesa de Mónaco. Somos los mejores del mundo.
 (…) El doctor Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical, señala con el dedo a “los autores del ataque que se efectúa desde el exterior contra nuestro país. Las críticas vienen de afuera y distorsionadas, y sirven a causas de los que se fueron del país y después de haber encendido las llamas del incendio”. Y ninguno de su partido sale a desmentirlo.[v]  
La batalla contra los anti argentinos se iba a ganar en un estadio de fútbol. A las denuncias de torturas, prisión, secuestros, botín, al desenmascaramiento de la peor de las muertes: la muerte argentina, la desaparición, se iba a responder con el grito de gol de cien mil, de 28 millones de gargantas argentinas.
 (…) Había que borrar el oprobio de cualquier manera. Había que gritarles ¡gol! a las madres desesperadas, ¡gol! a los torturados y a las violadas, ¡gol! a los niños borrados, ¡gol! a los exiliados, ¡gol! a los presos, ¡gol! a la memoria.

(…) Las locas de Plaza de Mayo son cada vez más. Forman largas colas en ministerios y comisarías. Son mujeres humilladas hasta el hartazgo. Esperan horas interminables sólo para escuchar frases huecas, irónicas, palabras cobardes de toda cobardía. A María Adela Antokoletz, de casi setenta años, que pregunta por su hijo desaparecido, un subcomisario en el Ministerio del Interior le responde: “no se preocupe señora, su hijo debe estar cogiendo en Suecia”. Perversión y fantasías argentinas. Las fantasías de la perversión.
 (…)La dictadura se sentía poderosa y representada por la clase media. El general Videla lo dirá: “La clase media argentina es la que hoy goza de los primeros atisbos de un mejoramiento sustancial de la situación en la Argentina. El reciente torneo mundial de futbol les permitió a los argentinos recobrar la fe en sí mismos y en el país, pero fue la clase media la que se encontró consigo misma”.[vi]
 Y si dicen cosas que halagan a esa clase media porteña, cosas que hoy parecen imposibles, como aquel discurso del ministro del interior, general Harguindeguy, quien sintiéndose heredero de la generación del 80 propondrá traer inmigrantes europeos y articulara estas palabras liminares: “siempre y cuando pretendamos seguir siendo uno de los tres países más blancos del mundo. Porque podríamos decir: abandonamos la pretensión de seguir siendo país blanco, que es una gran ventaja en calidad humana que tenemos, incluso sobre grandes naciones industrializadas, y podríamos adoptar lo que sí está disponible, que son contingentes inmigratorios de raza amarilla. Como la política nacional, incluso la Constitución, dice ‘favorece la inmigración blanca’ (Europa dice la Constitución, yo por extensión digo blanca), esa política se mantiene”.[vii]

 (…) Los exiliados sabíamos muy bien que en nuestro país había quienes luchaban, a pesar de todo, y lo difundíamos en nuestras publicaciones. Porque en cada manifestación cultural libre, en cada huelga obrera, en cada marcha de las Madres de Plaza de Mayo, en cada publicación mimeografiada veíamos el verdadero comienzo del proceso de liberación.

(…) El año 1979 fue el más estable y orgulloso de la dictadura. Estuvo marcado por dos hechos significativos: la visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA y un nuevo triunfo en el fútbol: el juvenil Mundial en Japón. (…) Los dos hechos sucedieron simultáneamente en septiembre.  Lo ocurrido en ese mes puede simbolizar en toda su abyección la inmoralidad en que había caído nuestra sociedad. En una sola escena se juntaron las dos Argentinas. Fue registrada por la televisión alemana. Frente a la sede de la comisión estaba la larga cola de Madres de los desaparecidos. Mujeres del pueblo. Venían a denunciar los crímenes de esa sociedad ávida, cruel infinitamente frívola. Ellas estaban solas. (¡Que dignidad, Madres! Hay que poner en cámara lenta el video y observar rostro por rostro.)
 Cuando la cola del dolor y la dignidad hacía horas que esperaba, llego la verdadera Argentina. Venía en colectivos, camiones y a pie, gritando eso: ¡Argentina, Argentina! Venían incitados por el comentarista deportivo José María Muñoz.  Se oía el sonido de las radios portátiles. Venían a demostrarle a la OEA que los argentinos eran  derechos y humanos. (…están los clásicos provocadores de los servicios de informaciones que les preguntan a las Madres: “¡y ahora de qué se quejan! ¡Por qué no cuidaron antes a sus hijos!”. El clásico argumento repetido en las radios, en las escuelas, en los púlpitos. Las Madres ahí sin moverse, en silencio, soportando la saliva de los eternos lameculos del poder.)

(…) Luego comenzará el derrumbe. La podredumbre de la corrupción general corre por las calles y las plazas de Buenos Aires. Los de mejor olfato comienzan a abandonar el barco. La palabra democracia comienza a tener otro significado en las mismas bocas. Saben que hay que prepararse para cambiar todo sin modificar nada.
Malvinas fue el capítulo definitivo. Todo cayó sin pena ni gloria. Simbolizó nuevamente el fracaso  no solo de los militares sino también de  todos los denominados sectores dirigentes de la sociedad.
(…)Comenzaba la época del destape y del tape. El tapar todo el pasado inmediato. No sólo las tumbas, sino las conductas. Para muchos comenzó nuevamente la carrera de no perder el ómnibus en la nueva democracia.
(…) Todos “esos años” de crímenes sórdidos y de conductas obscenas serán desnudados en su verdad por las generaciones que vendrán después de los protagonistas, testigos y víctimas. Son los que descubrían el gran fresco bruegheliano de los rostros y las almas de toda una sociedad argentina convicta de filicidio y despojo, de oportunismo y aprovechada superficialidad. Los rostros, las almas y las voces de quienes mataron, acompañaron al crimen, se callaron o lanzaron una cohetería fraseológica para “no perder” pero que en el fondo no hicieron otra cosa que servir  de coartadas al régimen criminal.
Después vino el paso alegre, pleno de toda frivolidad, con el que se salto de una dictadura sombría y corrupta a un gobierno constitucional por encima de los fantasmas siempre presentes de los desaparecidos y de las tumbas de las Malvinas. La sociedad argentina, repentinamente, se había lavado en democracia con el solo acto formal de poner el voto en una urna. Yo los vi dando bocinazos en la Plaza del Congreso el 30 de octubre de 1983. Eran los mismos rostros y los mismos bocinazos del 24 de marzo de 1976. Los mismos de junio del ’78 y del septiembre del ´79 en las saturnales del fútbol. Al día siguiente, todos estaban signados en su rostro por el agua bendita de la repentina democracia, sin necesidad del confesionario. En los televisores y las radios seguían los Neustadt y Grondona y los José María Muñoz, lo diarios seguían siendo los mismos que aplaudieron o callaron el reciente ayer, los funcionarios de siempre descubrieron de pronto que tenían una vieja vocación democrática escondida que había que sacar a relucir de una vez, los intelectuales siguieron ocupando los mismos espacios. (…) Los empresarios eran los mismos que en 1976 denunciaron a los escuadrones de la muerte a sus obreros incorregibles, los dirigentes sindicales eran los mismos que recomendaban a la OEA la represión del “Marxismo internacional”. Eran los viejos actores unas bambalinas llenas de flores, sonrisas y lluvia de miel, y el público los aplaudía frenético porque los reconocía como suyos. Se sentían representados. Era como bajar definitivamente a un pasado que podía perturbar la digestión.
(…) La familia argentina se había reunido nuevamente el día domingo, en paz, después de tantos sofocones. Pero golpearon a la puerta. Eran las Madres, que querían saber dónde estaban sus hijos.
Un símbolo para la cultura argentina: el teniente coronel Gorleri, aquel que quemo públicamente lo libros y firmó orgulloso  la proclama en 1976, fue ascendido a general de la Nación, por el Senado elegido por el pueblo el 1984. De teniente coronel de la dictadura a general de la democracia. Pero siguen las Madres de la Plaza. Y ya no es todo tan fácil. No será tan fácil.
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[i] En la universidad de Maryland, EEUU, se llevó a cabo un simposio en 1985 sobre “Reconstrucción de una cultura: el caso argentino”. Este texto forma parte de la presentación de Osvaldo Bayer. Por razones de espacio fue resumido, recomendamos su lectura completa en Bayer, Osvaldo: Ventana a la plaza de mayo. 1ª. Ed.  Editorial La pagina S.A. Buenos Aires.  2009

[ii] La Nación, Bs. As., 10 de mayo de 1976

[iii] La opinión, 30-4-76

[iv] La Nación, 4-7-76

[v] La Nación, Edición Internacional, 12-6-78

[vi] La opinión, 20-9-78

[vii] La opinión, 20-9-78. La nota se titula: “La inteligencia nacional decidirá el país futuro dijo Harguindeguy”.






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