jueves, 14 de abril de 2011

Cuba ante la invasión (1) - John William Cooke


Al escribir estas líneas, en Cuba hay seguridad de que vendrá la invasión 2. Se sabe que los varios miles de mercernarios concentrados en Guatemala  y otros sitios cercanos a la isla están  a punto de ser embarcados, y que es propósito firme de quienes dirigen la operación colocar inmediatamente esas tropas en territorio cubano. No descarto que la agresión pueda ser postergada, pues lo que yo veo aquí también lo han visto los espías imperialistas, pero hasta el momento no ha habido cambio de planes.

Los últimos días han sido aquí de actividad febril para completar la preparación de las milicias revolucionarias. Fidel ha dado instrucciones bien explícitas a toda la población y a los grupos de combate. Anoche, el Secreto de la Confederación Cubana de Trabajadores completó las directivas a seguir durante la lucha a fin de evitar interrupciones del proceso productivo. En cada centro de trabajo estan repartidas las funciones y seleccionados los que tendrán a su cargo la vigilancia y los que integraran formaciones mayores de milicia. Los hospitales, bancos de sangre y de plasma han hecho sus reservas de guerra, mientras las milicianas se vuelvan en la organización de primeros auxilios. Todas las madrugadas veo pasar decenas de ómnibus conduciendo milicianos que van a cubrir sus destinos. La televisión suple diaramente alguna posible deficiencia preparatoria repitiendo explicaciones sobre el manejo y desarme de fusiles.

Quien conozca al cubano sabe que es un tipo extrovertido, dicharachero, ocurrente, cuyas actividades colectivas, por serias que sean, tienen un acompañamiento invariable de cantos y bailes. La procesión religiosa no es incompatible con el cha-cha-cha, ni el paso marcial con cierto ritmo extra- militar que transforma en puro deleite contemplar el paso de las brigadas femeninas. La Revolución, al convertir los problemas nacionales en un quehacer de todo el pueblo, determina que los episodios de la política interna y externa se traduzcan en música:
 " Pero la reforma agraria va", "Venceremos", "Con OEA o sin OEA", "Los yanquis son guanajos (pavos)" son algunas de las composiciones que se corean y a cuyo compás bailan las parejas. Pues bien, nada de esto ha cambiando ante el peligro de la invasión, respecto de cuya inminencia nadie abria dudas.

El ambiente es de alegría, casi diría de fiesta. Las calles están llenan de estrategos improvisados que se trenzan en discusiones interminables sobre los puntos probables de la invasión y la táctica que Fidel adoptará. Omniscientes teóricos exponen complicadisimos planes de exterminio e intercambian conocimientos en cuanto al tipo de armas que los yanquis han suministrado a los invasores. Cuando algún participante en el debate, apunta la posibilidad de que, ante el fracaso de la intentona, intervengan directamente los "marines" norteamericanos- cosa a la que el Caribe está dolorosamente acostumbrado- los temas bélicos se proyectan al plano mundial y asistimos al desarrollo de vastas comparaciones entre los respectivos poderíos de EE. UU. y la URSS, con mención de escalofriantes instrumentos de guerra de cuya ultrasecreta existencias parecen tener conocimiento solamente Kremlim y el imprevisto contertulio que lo menciona. Todo esto en medio de chistes, risotadas y confianza ilimitada en la victoria. Pero lo importante es señalar que no hay ni desconocimiento ni subestimación de los riesgos: las veinte mil muertes de la lucha contra Batista son demasiado recientes como para suponer que en esta alegría hay proporción alguna de la inconsciencia. Es, por el contrario, producto del carácter cubano unido a una seguridad absoluta sobre la justicia de su causa y la capacidad para defenderla.

De noche recorremos la ciudad y concurrimos a los sitios de concentración de milicias. Los habaneros, que llevan meses de práctica, estan ansioso por tener armas. Ahora las están recibiendo y la felicidad se trasluce en los rostros y en los gestos. Los "responsables" de milicia, enloquecidos con el trabajo de planilleo, tienen que interrumpir a cada momento sus tareas para llamar al orden: "Eh, tú, deja ese fusil en paz", "Mira, chico, que esa metralleta no es un juguete"; pero nada, el miliciano la arma y desarma, apunta a ficticios enemigos , repele sigilosos y fantasmales atacantes. Salen los grupos encargados de reemplazar a los que andan patrullando la ciudad. Los demás escuchan a los instructores. A cada rato, y con cualquier pretexto algún miliciano ensaya posturas con su metralleta, en medio de la recovención exasperada de los "responsables". Uno de estos- argentino y peronista- me muestra el techo: parece un colador, como resultado de la impaciencia de los novicios por manipular el arma. Dirigiéndose a un muchacho que apunta como si acabase de descubrir un avión en el cielorraso le grita: " Tené mano,  pibe, ¿te pensás que en cinco minutos lo vas a desbancar a Fidel?". Una carcajada estruendosa rubrica la salida, que tiene la gracia adicional de estar expresada en el extraño idioma de los "ches".

No se sonrían nuestros atildados militares que van a las reuniones de la Junta Interamericana de Defensa a provocar la intervención continental contra Cuba. Estos obreros que recién aprenden el uso de las armas, estos guajiros, este pueblo movilizado y en revolución es el Ejército que derrotará al imperalismo, el que apoyará a otros ejércitos populares en nuestra América traicionada. Porque San Martín y Bolívar pelearon y vencieron con este mismo humilde pueblo: con los negros, con los indios, con los mulatos, con los pobres, con los gauchos de América; hartos, entonces como ahora, de injusticias; decididos, entonces como ahora, a dar la vida- que no es poco dar- para construir una sociedad nueva.

De pronto, llega Fidel, que recorre todos los puntos de reunión y, de acuerdo con su característica, de improviso, a cualquier hora del día o de la noche. Examina todo, lo importante y lo minúsculo, escucha las explicaciones de los "responsables", contesta preguntas. Les dirige luego la palabra. Se necesitan voluntarios para ir al interior a apremder rápidamente el manejo de armas antitanques y antiaéreas reforzando el personal ya asignado. Se reproduce lo que ha sucedido en cada lugar: todos se oferecen. Se resuelve, entonces, que vayan menores de treinta años y sin empleo fijo. Cuando Fidel parte, comienzan los comentarios, que con toda seguridad se prolongarán durante horas.
¿Cómo es que esta gente, con tendencia a la despreocupación, escéptica después de cincuenta años de corrupción política y administrativa y de sometimiento total a los Estados Unidos, es hoy un pueblo con acerada voluntad, ansioso por combatir y dispuesto a morir si es preciso?. Es que la Revolución ha sacado a la luz todas las virtudes nacionales, que antes no encontraban cómo expresarse, y he convertido a la isla en una fortaleza que se alza desafiando al opresor, hasta ayer invencible. La aventura contra Cuba, patrocinada por la histeria del imperialismo, terminará con el aniquilamiento de los que pongan sus pies en estas playas. Con seiscientos mil milicianos y cuarenta mil soldados de Ejército Rebelde, bien armados todos y dirigidos por un grupo de hombres que cumplieron la hazaña de derrotar a un ejército profesional, el agresor que llegue hasta aquí, aquí quedará.

A la movilización de un pueblo para conquistar el poder, primero, y para defender sus conquistas revolucionarias, después, es bueno que le consagremos algo más que tributos administrativos o retóricos bienintencionales. Más vale que la estudiemos como un proceso que encierra muchas claves para la emancipación de nuestros países.
El triunfo de Fidel Castro es el resultado de haber visto claro, desde el primer momento, el camino a seguir. Eso determinó no solo la toma del gobierno, sino la política revolucionaria desarrollada después. De no liquidar las estructuras del institucionalismo liberal- burgués, la gran popularidad del héroe de la Sierra Maestra no le hubiese servido de nada: o tenía que someterse al imperalismo, o este lo liquidaba. Los engranajes parlamentarios y judiciales, la prensa comercial, los resortes culturales oligárquicos, todo se hubiese conjurado; y siempre quedaban las fuerzas armadas, por si se tornaba inmanejable. Al eliminar todo eso, comenzando por disolver el ejército profesional y sustituirlo por las milicias obreras y campesinas, pudo promulgar la legislación revolucionaria- reforma agraria y urbana, nacionalización de empresas, expropiación de monopolios- y cumplir con su  programa de liberación. Todo lo cual fue posible, insisto, porque desde el primer momento planteó correctamente las formas de lucha.

Cuando todos los partidos políticos de Cuba, inclusive el Ortoxodo en cuyas filas militaban, mendigaban de Batista algunos resquicios de legalidad y se proponían como objetivo la vuelta al constitucionalismo que en nada tocaría los intereses del privilegio, Fidel comprendió que toda acción de masas debía basarse en el abandono de los métodos del pasado y en el desprecio de electoralismo. Unos párrafos del artículo publicado en un periódico clandestino sintetizan esta visión:

"Quien tenga un concepto tradicional de la política podrá sentirse pesimista ante este cuadro de verdades. Peros los que tengan, en cambio, fe ciega en las masas, para los que crean en la fuerza indestructible de las grandes ideas, no será motivo de aflojamiento y desaliento. EL MOMENTO ES REVOLUCIONARIO Y NO POLÍTICO 3. Lo político es la consagración del oportunismo de los que tienen medios y recursos. A un partido Revolucionario debe corresponde una dirigencia revolucionaria, joven y de origen popular."

Estas frases condensan la superioridad de Fidel, simple militante entonces del Partido Ortodoxo, sobre los demás hombres políticos de su país. Existía, en los hechos, un Frente de Liberación; se trataba de coordinarlo y de llevarlo al triunfo. Y eso no era posible lograrlo a través de simples acuerdo, sino que se alcanzaria únicamente en la acción. De ahí su asalto al cuartel Moncada, con cuyo arsenal pensó armar al pueblo. Y de ahi también su plan posterior, más maduro y acertado, que culminó con la epopeya de derrotar a un ejército moderno, adiestrado y provisto de material bélico por los Estados Unidos.

El abandono de la política "tradicional", el programa revolucionario y la integración de un frente de liberación en forma dináminca, por la acción insurrecional, son esas claves iniciales. Desde entonces, los estudiantes y los grupos progresivas que militaban en los partidos se concentraron detrás de la nueva fuerza de gestación, mientras el campesinado se fue incorporando al Ejército Rebelde y selló su alianza con los obreros. Esto no comenzó con solemnes acuerdos, ni con crecido número de activistas, ni con coordinaciones minuciosas o ingestes recursos. Comenzó con los que elegían una política revolucionaria enfrentando a la dictadura y a los politiqueros. El pueblo se fue uniendo a los rebeldes porque no retrocedían antes las dificultades y ofrecían un camino difícil y duro, pero a cuyo término habría soluciones de fondo para el drama del país y de sus clases desposeídas. Esa integración con las masas no solamente culminó en el triunfo, sino que influyó en Fidel, el Che, Raúl 4, Almeida 5, etc., enseñándoles por experiencia directa y contacto con la gente humilde cuáles eran los problemas fundamentales, aclarándoles cuestiones confusas o insuficientemente planteadas y fortaleciendo en ellos ese espíritu que les hace llevar hasta las últimas consecuencias las iniciativas revolucionarias.

Cualquier tentativa de realizar la lucha de liberación nacional dentro de los carriles de la seudo legalidad liberal- burguesa es un contrasentido. Como lo es creer que las fuerzas revolucionarias pueden alinearse en forma estática, sin salir del terreno teórico. O, lo que ya sería un disparate, hacer alianzas electorales y mangonear votitos para pegar algunos gritos en el parlamente, gritos que nadie escuchará, y que, en todo caso, nada remedirán.
Frente de Liberación Nacional es sinónimo de unión e incorporación progresiva de distintos sectores a una lucha por la recuperación integral, es decir, que incluye la soberanía del país y la revolución social como partes indivisibles de un proceso indivisible. La conciencia de las masas argentinas, su larga lucha, facilitan la constitución de un frente, donde han de deponerse los sectarismo y las vanidades particularistas. Ni oportunismo como el que practican los cazadores de votos proscriptos, ni grupos dirigentes moviéndose en el Olimpo de la pura teoría y las revoluciones ideales. Acción en común, compenetración de masas y dirigentes, en una acción que busca transformaciones fundamentales del régimen económico social. Creo que en Argentina estamos haciendo apreciables progresos es ese sentido. Los milicianos de Cuba- cuyos cantos trae la noche mientras escribo- me confirman que vamos por buen rumbo.

John William Cooke, 1960.
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1. Publicado en la revista El Popular, noviembre de 1960.
2. Se trata de una nota escrita unos meses antes de la invasión a Cuba apoyada por Estados Unidos. Finalmente, el 16 de abril de 1961, luego de meses de rumores, una fuerza  mercenaria, armada y entrenada por la CIA, atacó Cuba mediante fuego aéreo y tratando de desembarcar en varios puntos de la isla. El mayor número de invasores atacó en el centro del país, en Playa Girón, de la Bahía de los Cochinos. Luego de tres días de combates, los atacantes fueron derrotados. John Cooke y Alicia Eguren se presentaron como voluntarios  y fueron destinados a la defensa como milicianos. Cooke prestó servicios en el sector Norte, Batallón 134, con el número de miliciano 1331.
3. Mayúsculas en el original.
4. Raúl Castro.
5. Juan Almeida Bosque. Escritor y vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba, participó del asalto al cuartel Moncada y fue comandante de un frente guerrillero en la Sierra Maestra. Ha escrito varios libros testimoniales, entre ellos Desembarco (1988) y Sierra Maestra (1989)





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