jueves, 27 de octubre de 2011

LOS TORTURADORES Y EL SISTEMA (fragmento)

Por Osvaldo Bayer en el periódico de la Asociación Madres de plaza de Mayo.
N°15 . octubre de 2004.

Es como si fuera un resumen del mundo occidental y cristiano en que vivimos. Todos los últimos días lee en la tapa de los diarios cómo los maestros de nuestra democracia y nuestra economía globalizada, torturan. Que es el oficio más cobarde de la historia. Los militares, policías y civiles que torturan son los seres más serviles y  degenerados de la humanidad.  Sí, los tenemos en nuestro mundo, en nuestra civilización. El prisionero entregado a los más cobardes y enfermos usos de originar el más inimaginable ejercicio del dolor y la impotencia.  Los argentinos fuimos un país celebre por las torturas. Aquel genocida Roca, de uniforme y espada al cinto, al cual reverenciamos con monumentos y nombres de calles en todas nuestras ciudades y pueblos. En todas y todos. Fuel más sádico de nuestros héroes. El comandante Prado describe cómo a los indios prisioneros primero se los estaqueaba y luego se los descoyuntaba. Todo ante la mirada impasible de nuestro general por excelencia. Argentino hasta la médula. Héroe e ídolo de los argentinos. Julio Argentino Roca. Y después ya fue una tradición. Las palizas a los manifestantes obreros que solicitaban las ocho horas de trabajo fueron la línea conducta del coronel Ramon L. Falcón, jefe de policía. Con palos, sablazos y tiros. Esos eran los argumentos de los gobiernos argentinos, las palabras para continuar con la injusticia de la explotación. Pero los argentinos somos piadosos, porque para el torturador y asesino que comandaba las huestes policiales les reservamos el augusto derecho de que los jóvenes oficiales de la policía se “eduquen” en la Escuela de la Policía Federal Ramón L. Falcón.  El teniente coronel Varela- oficial preferido del radical Hipólito Yrigoyen- hacia azotar a sablazos con extrema servicia a los peones presos, antes de fusilarlos.  Y bien, ya después se desató la angurria por torturar al más débil.
El teniente general Uriburu, presidente de la Republica por la mano de Dios y por la cobardía de la ciudadanía argentina, va a recibir todos los premios, la bendición de los obispos, cuando va a jurar por la Republica. Un vulgar delincuente, un degenerado de lo peor, con la banda presidencia argentina y todavía hoy tiene su monumento en Tandil que los ciudadanos tandileños veneran.
El comisario Lugones, un degenerado total, inmortalizo un invento nacional: la picana eléctrica. La perfección de la cultura. Es el instrumento pérfido que más duele pero no deja rastros. Invento argentino. Y todo va seguir su curso. Podríamos llenar la página con nombres de picaneros de uniforme. Elijamos al azar dos, por ejemplo, Lombilla y Amoresano, perfeccionistas de la picana en tiempos de Perón, que huirán y serán empleados por Stroessner, la mala persona uruguaya. Los intelectuales peronistas cuando sepan que he nombrado a estos dos técnicos infalibles de la picana del primer y segundo gobierno de Perón me van a calificar rápidamente de “gorila”, claro cuando todavía ninguno de ellos ha hecho la autocritica sobre la figura de López Rega.
Y todo seguirá peor, después de Lombilla y Amoresano, las carcales de Aramburu que culminara con la ignominia de la Operación Masacre y Lanusse después con Trelew que nos llevará paso a paso a Lopez Rega y a su reino y de ahí ya al soñado infierno uniformado de la desaparición de personas. Donde se juntan todos los delirios asesinos.
Pero las Madres.
Cuando uno lee los testimonios abandona su fe en el destino humano.
Los militares argentinos- muchos de los cuales están en actividad- llegaron a torturar embarazadas. Y después el peor final: les quitaban los niños inmediatamente después del nacimiento. Lo más sagrado de la esencia humana pisoteada  por la bota del general o del coronel. Hubo hasta médicos militares y policiales que se prestaron a eso.
Pero, las Madres. Marcharon con todo el peligro de la represión. En sus manos se veía su nobleza. Defendian a sus hijos torturados hasta la eternidad. Pongamos las imágenes de los las Madres enfrente de los torturadores. Ahí está la diferencia, que no va a poder ser eliminada por los siglos de los siglos. Lo profundamente humano y generoso frente a lo bestial.

Texto completo en el libro Ventana a la Plaza de Mayo de Osvaldo Bayer.

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